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Tras el sacrosanto acuerdo PSOE-PP para la renovación del Consejo del Poder Judicial, que supone el regreso a los viejos tiempos del bipartidismo, y que ha dejado con un palmo de narices a los aliados minoritarios de ambas grandes formaciones, la pregunta se impone: ¿Se está preparando Sánchez para disolver las Cortes en pleno verano y convocar elecciones generales en octubre? Los indicios apuntan en esta dirección. Durante este último año, y haciendo verdaderos encajes de bolillos, Sánchez ha superado la dolorosísima derrota del 2023, cuando la izquierda perdió muchas autonomías, incluida la balear. Ahora, el PSOE está más fuerte. Y puede exhibir el éxito de haber pacificado Catalunya con la amnistía y los indultos. Además, sus socios izquierdistas de Sumar y Podemos están debilitados. Se acerca el momento que esperaba el inquilino de la Moncloa. Por su parte, el PP anda desorientado con sus dos fuertes competidores en la extrema derecha, Vox y Se Acabó la Fiesta.

Sólo analizando esta jugada puede entenderse que Sánchez haya aceptado la renovación judicial dejándole una parte muy sabrosa del pastel al PP, incluyendo el control del Tribunal Supremo por la puerta de servicio. Lo que nadie se cree es que la judicatura alcance su sueño de autogobernarse y autoalimentarse. Aquí hay juego de trileros tanto de PP como de PSOE. Los grandes partidos no renunciarán a este suculento puding de frutas confitadas, postre ideal de toda fiesta del poder por el poder. Con el acuerdo con el PP, Sánchez también quita hierro a algún embravecido magistrado que le ha imputado a su mujer y a su hermano. Jamás desde Viriato se había perseguido en la Piel de Toro a la esposa del líder de la nación. Y encima hay un juez empeñado en convertir a Puigdemont en un agente del KGB y al ‘procés’ en una película de espías. ¿Votaremos pronto? Es la jugada más inteligente de Sánchez para seguir en Moncloa.