Los libros se pueden escribir con los sentimientos, con la memoria y con la inteligencia, pero hacerlo con la totalidad del alma implica un factor supraenriquecedor. Así sucede con el libro de Joan Bauzà i Bauzà, deán que fue de nuestra Catedral y colaborador de este diario, titulado Cercar, conrear, confiar. En sus páginas descubrimos como su alma se implica en su entramado con valentía, honestidad e inteligencia.
Joan Bauzà es un comprometido clérigo de nuestra diócesis, nacido en Vilafranca de Bonany, dotado de estudios filosóficos por la Universidad de Valencia y de sociología por la Universidad de Santo Tomás en Roma, así como en ciencias y técnicas de opinión, también en un centro universitario romano. Ha recorrido lo que se dice medio mundo, ejerciendo, además del sacerdocio, actividades laicas acordes con su educación universitaria, como director de Radio Popular de Mallorca, y todo ello sin dejar de implicarse en su labor en parroquias, incluida la del Bronx neoyorquino o las de la archidiócesis de Lima. ¿Qué haría el personaje en tan variados escenarios? Ahora, a sus ochenta años cumplidos, nos lo aclara desde el recuerdo de su pensar, sabiendo que la vida es camino, y se hace camino al andar.
La agilidad de su relato atrae desde el primer momento al lector. Sabe hacernos asequibles y cercanos a los forjadores del pensamiento occidental, desde los clásicos como Sócrates y Aristóteles, pasando por Tomás de Aquino, hasta modernos como Zubiri y Ortega, de quien recuerda: El hombre no es, va siendo. Tras exponerlos, se pregunta si la sociedad y derechos humanos que consagra, son los únicos a respetar o simplemente los consagrados por Occidente llegado el siglo pasado. Buena pregunta. Todo su libro es un preguntarse, ya por sus propias convicciones, ya por el sentido de su caminar. Y es que a nuestro inquieto clérigo, a día de hoy y desde hace años, lo único que le parece fiable es la humildad, pieza clave para respetar y amar al otro desde la diversidad.
Tiene Joan muy claras sus raíces, partiendo del azul mediterráneo, mar de los encuentros, como nos recuerda Fernand Braudel. No olvida sus ancestrales virtudes campesinas. Así nos dirá: «He conegut coses de valor immens: el silenci, la soledat, la llum mediterrània i el seny de la pagesia». Jamás expulsará de su memoria La minyonia d'un infant orat, al igual que nuestra casa de Son Quin Vol, y partiendo de tales raíces asume su fe cristiana como luz, camino, encuentro y liberación, convirtiendo la solidaridad y la utopía en motor de su caminar.
Conocí a Joan durante los setenta. Era profesor de religión en el Luis Vives donde se educaban mis hijos. Estábamos viviendo la gran crisis de la Iglesia, puesto que a nuestro alrededor veíamos secularizarse a más de los dos tercios de pastores de la diócesis. Principios morales y dogmas se tambaleaban. Quiso Joan, por entonces, que tuviésemos una jornada de convivencias en Son Bono. Desde el primer momento descubrí su capacidad de comunicación, hecha más para la escucha que la predicación. Viajero incansable entre dos mundos, hoy Joan asume, a plena conciencia, que si «Jerusalem era l'origen, San Francisco era la cimera, si una era el fonament, l'altra era el futur». Desde esta perspectiva dualista alimenta y transmite con fuerza su Fe y sus convicciones.
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