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No sé cuántos boom demográficos hemos vivido en Palma en las últimas décadas. El aumento de la población de la ciudad es una noticia que se repite varias veces a lo largo del año. Hace unos días, Ultima Hora se hacía eco de un estudio que mostraba que el número de habitantes de Palma se disparaba desde la pandemia del coronavirus. La población de la capital ha aumentado en 23.568 personas desde 2021. La cifra alude a los datos oficiales del padrón. Ni una palabra del aumento de los no empadronados, de aquellos que conviven en situación irregular, de los alojados en residencias familiares, de los acogidos en pisos patera, de los desplazados anónimos, de los que cambian de alojamiento de forma diaria, de los que pasan la noche en la calle. Y mientras, nuestros políticos se entretienen discutiendo cómo repartir por las diferentes comunidades autónomas a 400 menores llegados en pateras.

En frente de mi casa hay un piso patera. Cada día tiene gente nueva. La vivienda tendrá dos o tres dormitorios pero allí pasan la noche entre quince y veinte personas. Desde mi ventana se ve el salón alfombrado con colchonetas. En el balcón hay una hamaca en la que durante el día siempre hay alguien descansando. No sé si están empadronados. Desconozco la situación en la que se encuentran quienes allí pasan la noche. Solo puedo decir que ese piso forma parte del paisaje urbano de la zona porque no es el único en esas condiciones.

Decía un estadista local que si el padrón de Palma aumenta en 600 personas al mes, otros 600 lo hacen al margen del documento de residencia. Ante esta situación, me gustaría conocer la opinión de los que se manifiestan en contra de la masificación turística a la que está sometida la Isla y de los que rechazan el aumento de visitantes que vienen a dejarse la paga extra en nuestro sector servicios.