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Vox cayó en una crisis de definición ideológica hace un año con la dimisión de referentes de un partido con una oferta política madura, como Espinosa de los Monteros, dando paso a su ala más falangista. Hoy, rompiendo con el PP de manera abrupta, adopta una postura que le alinea con las fuerzas ultranacionalistas, xenófobas y euroescépticas. Un paso más en este cambio estratégico lo ha dado recientemente al abandonar el grupo político europeo de Meloni, para integrarse en el del más radical de Viktor Orbán que, además, profesa una gran afinidad con Putin. Es cierto que la aparición de Alvise a su derecha, un actor al que no se esperaba, ha influido en que avance por ese camino de la radicalidad. En cualquier caso, ha demostrado una inmadurez política que le inhabilita como socio fiable y lo condena a ser una fuerza testimonial.

Hasta ahora habíamos creído que Vox era a los conservadores lo que el partido comunista es al socialista, que comparten buena parte de su doctrina, aunque conservaba un espacio propio, por lo que se podía contar con él como socio en caso necesario. Pero este último giro de Abascal nos ha dejado las cosas más claras: comparte mucho menos con el PP de lo que creíamos y las diferencias están más marcadas que nunca. Solo así puede explicarse que en el debate político ponga más enjundia en las críticas a Feijóo e incluso le chantajee, que al propio Sánchez.

Esta maniobra parece favorecer a los populares, el fallido chantaje se puede convertir en un regalo para los de Feijóo, que recogerán el voto más racional de los que abandonen Vox y, además, les permitirá liberarse de una rémora que le obligaba a dar pasos a regañadientes por donde no quería transitar. Pero, por otra parte, hará muy difícil que el PP, por sí solo, pueda obtener mayoría absoluta, con lo que, finalmente, el regalo sería para el PSOE. Aceptando el órdago, Feijóo ha demostrado valentía, solidaridad con el resto de España y sentido humanitario ante el drama inmigratorio.

El Gobierno no ha perdido la oportunidad de demostrar su sectarismo y su impostura cargando contra la posición insolidaria de Vox mientras calla ante sus socios catalanes xenófobos, que se niegan en rotundo a recibir a los menores.