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Conozco a Joan Carles Bestard desde hace mucho tiempo. Es una excelente persona y un muy buen actor. Le he visto interpretar personajes distintos, porque tiene la capacidad de dominar registros varios. Es versátil y profesional. Ama el teatro con todo su corazón. Tiene la pasión, la experiencia y la profesionalidad que caracterizan a los actores de verdad.

Los mallorquines conocemos a Madò Pereta. Es un personaje que existe desde hace casi veinticinco años. Tiene un perfil algo grotesco, divertido, con un agudo sentido crítico, propenso a la desinhibición, defensor a ultranza del catalán que hablamos en Mallorca. Tiene la gracia de atraer a niños y mayores. Evidentemente Madò Pereta puede gustar o no gustar. Puede despertar interés o indiferencia. Lo que no entiendo es que despierte odio.

Joan Carles Bestard ha sufrido un acoso terrible a través de las redes. Siempre me ha parecido muy cobarde utilizar las redes para insultar desde la comodidad de la distancia, y a menudo del anonimato. El actor, que ha necesitado ayuda psicológica, ha vivido un auténtico calvario. Presionado por los continuos insultos, temía subir al escenario por las amenazas. Finalmente se decidió a denunciar a su acosador.

«Travelo» o «travesti» dicho con rabia y a modo de insulto demuestra una mentalidad cerrada e incomprensible. El acusador de Joan Carles abrió una cuenta en Facebook titulada «Odio a Madò Pereta». Sinceramente, ¿es posible odiar a un personaje divertido y entrañable? El odio es un sentimiento extremo, que envenena a quien lo vive. Podemos odiar el odio, porque suele desquiciar a las personas y llevarlas por mal camino. La amargura del odio es un veneno para quien lo siente y para los demás.

Joan Carles es un personaje público, que merece un respeto hacia su persona y su trabajo. Nadie está obligado a ver actuaciones de Madò Pereta. Nadie tiene derecho a insultar.