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La calidad democrática –nuevo concepto de los que quieren imponer su relato e ideas sin escuchar a los otros– exige, sin duda, tener muy presente las recientes manifestaciones contra el turismo y contra el actual Govern. Una primera impresión, pues, es la politización de un acto más que legítimo pero que también podría adoptar muchas otras formas. Porque, al final, lo que se necesita no es hacer ruido sino aportar soluciones para construir un futuro mejor. Algo que probablemente todos queramos siendo motivo de discrepancia el cómo (muy marcado por la manipulación o sumisión política que tantos aceptan e, incluso, cobran). En cualquier caso no negaremos la mayor y ella se basa en los excesos que sufrimos y que no hemos sabido gestionar. De la misma manera que cualquiera maldice y se desespera en los frecuentes atascos que el Consell intenta solucionar y que la alta política intenta boicotear. Ello me recuerda que hemos sobrevivido a cuarenta años de absoluta desidia y desprecio financiero desde el Gobierno central y que antiguamente se superó una filoxera que arrasó cultivos de los que vivían muchos municipios. Quiero ser optimista y tal vez por ello no me sume a unas manifestaciones que, seguramente, se conviertan en una inercia o moda y, además, tienen un fuerte componente político porque ya debieron realizarse en la anterior legislatura. Todas aquellas cosas que nos crispan –mucho más que el turismo– suponen el fracaso de todos los que han gobernado y de esta política incapaz de consensuar las estrategias que no son patrimonio de ningún partido y que todos demandamos. Acción y gestión, algo propio del demonizado sector privado que, obviamente, busca el beneficio ajeno o no a esa manera tan desalmada que tantos insinúan. La semana pasada pude comprobar que, con determinación, lo imposible es posible y esa es la aspiración que se está generando ahora aunque muchos no acierten en el diagnóstico y la receta. Sí lo ha hecho Pau Guardans i Cambó que en The Lodge ha conseguido que el turismo de la máxima calidad haya llegado a sa Pobla. Como un sueño de verano me encontré el pasado jueves cenando entre lavandas y compartiendo mesa con australianos, ingleses, daneses y norteamericanos que solo sabían ensalzar las maravillas de Mallorca (parece que han desaparecido para nosotros). La calidad democrática me lleva a comprender que algunos no acepten mi satisfacción por algo así como también posibles críticas a una jornada sobre derecho del turismo que realizamos esta mañana de miércoles en el salón de actos de Sa Riera. La ferocidad de algunos es tan dura que se ha criticado que la UIB pueda impulsar el conocimiento para mejorar el sector que nos da de comer. Algo absolutamente sorprendente y que pone de manifiesto la presión social que hay sobre el asunto. Conseguir un mejor sector es obra de todos y sí se necesitan voces críticas. Voces a las que les exigiremos rigor y datos, además de espíritu constructivo. Lo contrario no puede generalizarse porque sólo crea crispación improductiva.