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Probablemente, el Gobierno presentó en el Congreso la reforma de la ley de extranjería, sabiendo que las derechas (españolas y catalanas) se la tumbarían, impidiendo el reparto entre comunidades de los menores inmigrantes hacinados en Canarias, a fin de que todos nos enterásemos de cómo son nuestras derechas. Ya lo sabíamos, desde luego, pero si esa fue la intención, el éxito de la maniobra ha superado todas las expectativas porque el propio Feijóo, explicando su negativa, se metió en una ciénaga abyecta en la que se supone que sólo chapotean Vox y Junts, su equivalente catalán. Sus palabras están siendo comentadísimas, nos las hemos aprendido de memoria, y será muy difícil que se las quite nunca de encima. «Solidaridad sí», dijo, «pero seguridad también». Y ya lanzado, remató de cabeza su propio centro. «Para los que llegan, pero también para los que estamos. Los españoles tienen derecho a salir tranquilamente a la calle». De donde se infiere que «los que estamos», extraña denominación, son esos españoles que no pueden salir tranquilamente a la calle, ni sentirse seguros en sus casas por culpa de los niños africanos, mucho más peligrosos que los ucranianos. Tremendos, esos que estamos, y bastante chiflados. Y eso que la solidaridad de la que hablamos, imposible sin seguridad, ni siquiera tiene que ver con los menores inmigrantes, sino con Canarias, una comunidad española cogobernada por el propio PP. Pues ni así. Qué barbaridad, cómo somos los que estamos. Si se trataba de joder al Gobierno, que es de lo que se trata siempre, Feijóo hubiera podido argumentar su rechazo con las monsergas habituales. Que si ya estamos hasta los topes, que si el efecto llamada, que si nuestros valores culturales… Pero no, optó por el fantasma trumpista de la inseguridad y la delincuencia extranjera, privativo de la ultraderecha. Y de los supremacistas de Junts. Un espeso y confuso grumo de miserias que ahora ha pasado a llamarse ‘los que estamos’. ¿Los españoles? No exactamente porque parece que los canarios no están y no tienen derecho a salir tranquilamente a la calle. El Gobierno salió trasquilado, pero no vean cómo quedó el otro. Y los que estamos, claro.