No pasa nada porque cualquiera cuestione un aspecto concreto de nuestra realidad. Incluso no ocurre nada si es duro al hacerlo. Oigan, que no funciona la atención al público en tal lugar, que no nos lleva a ningún lado regalar el transporte público, que se nos va la mano con subir los sueldos a los funcionarios de tal o cual servicio, que la enseñanza en Baleares está en la ruina, que tal o que cual. Son críticas aceptables. No pasa nada porque todos nos damos cuenta de que siempre, siempre, en una sociedad hay cosas que han de chirriar. Nunca todo funciona a pedir de boca. De modo que aceptamos que haya muchas críticas porque puede haber muchas cosas que estén atascadas. Incluso es posible que algunas de esos cuestionamientos atañan a asuntos verdaderamente preocupantes como es el caso del endeudamiento público, de la mediocridad de nuestros políticos o de la destrucción del entorno. Pero todas y cada una de estas críticas nos resultan soportables porque cada una de ellas nos parece abordable. Y de hecho, cada una por separado lo es. Aisladamente son asuntos solucionables.
Este es el tipo de disfunciones que nutren de materia prima a estos artículos. Yo y muchos otros cuestionamos hoy a Sánchez porque se le va la mano en sus mentiras para proteger a su querida Begoña; otro día porque Feijóo parece no tener ni una idea propia digna de ser presentable; otro no parece lo ideal que Francina comprara las vacunas al ‘segurata' del ministro de Fomento, José Luis Ábalos; o tal vez que Prohens haya abierto la boca para no decir nada.
Todo esto lo llevamos bien porque en cada narración nos queda una escapatoria: implícitamente se acepta que todas son realidades puntuales, concretas, ninguna de las cuales es representativa de la imagen global. España o Baleares no son así. Estamos viendo los detalles, sin percibir el cuadro completo.
Son los puntos de un dibujo que, si los llegáramos a unir, conformarían esa imagen de conjunto. Puntos que nadie quiere unir porque nadie quiere ver qué sale (aunque parece que el ilustrador de esta columna, sí lo ha hecho). Nos quedamos en qué pena que esto o aquello sea caótico, dando por supuesto que ello no obsta para que el conjunto funcione. Y a otra cosa, que no se trata de inquietar. Y sí, el conjunto todavía funciona, arrastrado por Europa, por la inercia de lo que hemos hecho bien; con el empuje de quien se la está jugando, las cosas aún salen. Da la impresión de que mañana volverá a salir el sol y de que nada cambiará. Nada cambiará, especialmente si nos comparamos con muchos lugares del mundo que están verdaderamente mal. Dios nos proteja de llegar tan bajo.
Pero si un día pusiéramos juntas las imágenes de lo que estamos construyendo o, mejor dicho, destruyendo, podríamos asustarnos. Si nos dijeran que hay un país lejano en el que ocurren todas las barbaridades que estamos viviendo hoy aquí nos llevaríamos las manos a la cabeza. Menos mal que eso ocurre muy lejos. Aquí, mientras tanto, mejor sigamos viendo aspectos puntuales, aislados, porque hay que hacer la vida más llevadera.
Es lo que nos ocurrió con la muerte de Sa Nostra: nunca nadie nos lo contó. Recuerdo que el infausto conseller encargado nos decía que tenía que unirse a otras cajas para fortalecerse, pero no porque estuviera débil; después nos contaron que no se iban a llevar negocio a Murcia, cuando en realidad ya no quedaba nada; y así sucesivamente hasta que un día no quedó ni banco Mare Nostrum, ni Bankia, ni nada: cierre y muerte. Ni siquiera en ese momento nos lo dijeron así, porque nunca hay que mostrar toda la imagen, sino sólo fragmentos.
Por eso evitamos atar cabos. Porque no se trata ya de que Baleares haya perdido el norte y de pronto arremeta contra el turismo que ha inventado, y tal vez tampoco de los disparates de Sánchez, cuyos efectos a largo plazo son demoledores, sino que también estamos en una Europa sin liderazgo, evidentemente avergonzada de su historia maravillosa, sin referentes, en un Occidente pos-moderno que aborrece de la racionalidad. No sigo, porque ¿qué necesidad tenemos de ver una imagen amplia si nos basta con ver aisladamente los fragmentos?
A veces aparece el dato de que Baleares ha pasado de liderar España en renta por habitante a estar en la mitad de la tabla. Es un síntoma que no queremos ver. Por eso aparece con letras pequeñas, escondido, en un rincón. Para que no nos pongamos tristes. Sigamos hablando de que somos pioneros, emblemáticos, históricos y cualquier otra hipérbole por el estilo, que nos irá bien.
Porque mañana es otro día y hay que levantarse con ganas.
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