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Apesar de que estudié toda una década en Montesión, nunca conseguí sentirme integrado en ese centro. Pero una cosa agradezco del método educativo que allí recibí. Aprendí a reflexionar siguiendo un sentido metódico para llegar al fin propuesto. Pero creo que esta facultad procedía directamente de Ignacio de Loyola; porque todos los educadores que allí tuve no eran demasiado diestros en esa habilidad. Cada vez tengo más claro que su uso venia más por la inercia ignaciana que por capacidades del momento. De aquellos diez años no puedo recordar los personajes que soporté; pero puedo dar fe que de muy pocos me quedó alguna huella personal de auténtico valor, y la mayoría olvidados. Creo que el único beneficio que he de agradecer fue la transmisión ignaciana, que no era una cuestión personal, sino institucional. De todos los personajes tratados solamente con uno conecté lo suficiente para no irme de vacío. I ahora ya puedo decir su nombre porque ya no está en este mundo; como la gran mayoría de los que allí traté. Me refiero al padre José Antonio Roig del Campo S.J. Era considerado el garbanzo negro del centro y su máxima, cuando se refería a los jesuitas, era «esos asquerosos e indecentes jesuitas». Al poco tiempo de yo dejar Montesión, el padre Roig fue trasladado a Barcelona y nunca más entré allí.

Lo que ha hecho actualmente la Compañía de Jesús con sus miembros rémoras de Montesión ha sido decirles que ya no son útiles a la casa. Pero esta política la seguían a rajatabla también en mi época con los alumnos que la compañía consideraba poco rendibles. Si no se les expulsaba se les hacía la vida poco agradable, por no decir imposible. Mirado ahora desde la distancia, recuerdo que cuando a alguien le decías que estudiabas en Montesión, su comentario inmediato era que los jesuitas eran muy inteligentes. Pero, aparte el nombrado en el párrafo anterior, que estaba en un nivel de licenciado, la mayoría de los que pululaban por allí me parecían tan limitados como cualquiera que pudieses encontrarte por la calle. Muchos de ellos, aunque no quiero dar nombres porque no vienen al caso, me daba la impresión que habían optado por la carrera jesuítica porque no tenían una salida mejor. Y la comodidad de estar en una orden que en aquellos tiempos se vislumbraba eterna, no era poca cosa; algo parecido como cuando alguien se casaba con alguien adinerado. Si su situación personal, psíquica i física, les permitía soportar las limitaciones de la vida jesuítica se acogían a una seguridad actual… y eterna. Al padre Roig le era difícil soportarla, pero a cambio de ese sacrificio tenía una vida acomodada. Este seguro siempre ha sido un valor añadido, tanto para el matrimonio como para la vida eclesiástica.

Para terminar el artículo necesito referirme a dos exalumnos que en estos momentos están en lugares públicos. Tienen una edad semejante y los dos son polos opuestos en mentalidad. Por una parte está Gabriel Le Senne actual presidente del Parlament balear y en la parte opuesta Antoni Llabrés actual presidente de la OCB. Ambos fueron alumnos de Montesión, pero no se parecen prácticamente en nada. El primero es de una mentalidad cerrada y regresiva, y el segundo abierta y progresiva; a pesar de que ambos recibieron la misma educación jesuítica. La cual cosa muestra que la educación oficial tiene una influencia muy limitada en la personalidad del alumno. Se tiene que admitir que si la educación fuese determinante la mayoría de los exalumnos de Montesión serían o bien Le Sennes o bien Llabreses; pero esto no es así y deben tenerse en cuenta otras influencias.