TW
0

Hasta no hace tanto la palabra ‘aplicación’ se utilizaba para referirse a la acción y efecto de aplicar o aplicarse. Y también como sinónimo de esmero, constancia, cuidado, atención, entre otros. Todo el mundo sabía quiénes eran las niñas aplicadas de la clase, quiero decir. De ser un término no demasiado utilizado, ‘aplicación’ se ha convertido en una de las palabras esenciales hoy en día. Una aplicación es algo a lo que recurrimos ante cualquier necesidad o problema. Sirve para todo. Digamos que las aplicaciones son las nuevas estrellas de la vida cotidiana, puesto que acudimos a ellas constantemente. Si tienes hambre, buscas una aplicación de comidas a domicilio. Si te has quedado sin chupete para el niño y no para de llorar, no pasa nada: con una sencilla aplicación te traen uno nuevo a casa. ¿Estás aburrido? Hay miles de aplicaciones que conseguirán distraerte un rato. ¿Quieres aprender un idioma? Pues descárgate la aplicación oportuna y listos. Ahora mismo, sin ir más lejos, mi hija y yo compartimos una aplicación para aprender italiano. Es bastante tontaina, la verdad, pero ya hemos conseguido decir la ragazza mangia una mela o l’uomo beve acqua. ¿Qué te parece? Quien no se conforma es porque no quiere. Las aplicaciones son bastante sencillas –hasta un niño de parvulitos las sabe utilizar–, y además consiguen que te sientas integrado en el nuevo mundo por el que transitamos. O, mejor dicho, los dos mundos (para mí siguen siendo dos que muchas veces no casan). Esta es la parte más importante. Porque si no consigues desenvolverte bien, será únicamente por falta de ganas. Yo a veces no distingo todavía qué es y qué no es una aplicación. Pero sólo es cuestión de tiempo porque, si sigo así –y le pongo más interés cada día–, pronto me convertiré en toda una experta de la aplicación (aplicada en clase y aplicada ahora). Lástima que no exista aún una aplicación que, con todo detalle, te enseñe a vivir. Esto sí que me encantaría. Me iría de fábula. Aunque todo se andará.