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Es esperpéntico, arbitrario y absurdo que la UEFA sancione a los jugadores Rodri y Morata por haber expresado en una fiesta, no en su lugar de trabajo, el deseo de un Gibraltar español. No hicieron sino manifestar lo que sucesivos gobiernos españoles y miles y miles de ciudadanos han dicho desde hace casi 80 años cuando la ONU estableció claramente los criterios para la descolonización de Gibraltar. Es incomprensible que reciban un trato distinto al que se ha dado a Mbappé por pedir públicamente que no se votase a los extremistas (léase Marine Le Pen). Ojo, en rueda de prensa oficial en el estadio.

Hubiese sido conveniente que la UEFA leyese los documentos oficiales antes de admitir a Gibraltar en la UEFA porque se trata de un territorio inscrito desde 1946 en la lista de territorios no autónomos de la ONU que deben de ser descolonizados. No tiene la menor posibilidad de ser independiente.

En 2006, la secretaria del Foreign Office, Margaret Beckett, decía en un solemne documento oficial que «la independencia solo sería una opción para Gibraltar con el consentimiento de España». Expresar la voluntad de un Gibraltar español es manifestar un deseo de conformidad con la doctrina de las Naciones Unidas y del propio Reino Unido que acepta la validez del artículo X del Tratado de Utrecht, que concede a España la primera opción en caso de descolonización. Por tanto, Gibraltar no tiene derecho de autodeterminación internacional para ser independiente. Reclamar un Gibraltar español no es sino explorar la posibilidad que admite el Tratado de Utrecht y que contempla Naciones Unidas. Es una opción legítima.

Fabián Picardo (ministro principal de Gibraltar) se ha excedido en su reacción. Según él, los dos jugadores hicieron algo similar a Franco, «asesino de masas», que quería usurpar su territorio. Eso es falsificar la historia. Querer recuperar no es usurpar. La reivindicación de Gibraltar no es una entelequia remanente de una época dictatorial sino una petición que no tiene color político. Arranca de la apropiación de un territorio español mediante conquista por parte de la corona británica. Picardo sabe que cualquier Gobierno español se mantendrá firme en la reivindicación de recuperación de soberanía. Sin ir más lejos, las declaraciones comunes de Córdoba de 2006, punto 3). Reivindicar un Gibraltar español no es una afrenta ni una sorpresa para los gibraltareños, población inocente de una política británica intolerable.

No se sienta ofendido el ministro principal de Gibraltar. Decir «Gibraltar español» no es ningún menosprecio. El Reino Unido incumple sistemáticamente el mandato de la ONU para negociar con España la descolonización de Gibraltar. Oficialmente «territorio no autónomo», o sea, territorio administrado por una potencia colonial en el siglo XXI. Eso sí que es un desdén insultante.