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El expresidente Puigdemont tuvo, el jueves, una brillante actuación como asistente del Mago Pop o de David Copperfield. El número de ilusionismo para burlar la detención por parte de los Mossos fue perfecto. La mofa al Estado y a la Justicia se volvió a perpetrar por un prófugo que puso en La Moncloa al presidente del Gobierno, el socialista Pedro Sánchez. Puchi volvió a engañar a todos en un ejercicio en el que se puso en evidencia la colaboración de algunos agentes con el dirigente de Junts y la inoperancia del conjunto de Cuerpos y Fuerzas de Seguridad, incluyendo al Centro Nacional de Inteligencia. El sátrapa huyó a Waterloo y todo sigue como antes.

Me imagino que en el Gobierno debieron respirar aliviados con la huida de Puigdemont, nada cambia en el escenario de sus relaciones con Junts; excepto que han tenido que volver a relajar los esfínteres para poder continuar adelante en sus sillones. Será una constante de la legislatura. A cambio, Illa logra ser el nuevo president, cercado por sus compromisos con Esquerra y la CUP. A nadie parece importarle si suponen el que se escurran por el sumidero los principios socialistas de la solidaridad. Ande yo caliente y ríase la gente es un lema grabado con letras de bronce en el frontispicio de la práctica política impuesta por la cúpula de Ferraz, los escrúpulos con cosa del pasado.

La verborrea del momento habla de una nueva etapa y de mirada al futuro, de punto y aparte en el historia más reciente de Catalunya. Digan que sí, pero hay que ir preparando el bolsillo, que la factura que pagará España por dar un cargo al PSOE será de las que duelen. Nadie querrá recordar cómo lo logró y quiénes fueron sus responsables. La paciencia de los ciudadanos se pone, una vez más, a prueba. Algunos, supongo que los más optimistas, aseguran que con esta última jugada Sánchez ha enterrado su trayectoria en el poder. No lo tengo yo tan claro.

Una muestra del deterioro de la clase política es la actitud del ministro Puente, el fogonero del Gobierno que ha convertido el transporte ferroviario peninsular en una auténtica ruleta. El caos se adueña de las estaciones con las continuas averías y miles de pasajeros afectados, mientras él sigue con su partida de golf.

Lamento turístico

Es un clásico estival. La oferta complementaria se queja de que los turistas no gastan. Dicen que este año un 20 % menos que la temporada de 2023. Hablamos de restaurantes, discotecas, comercios, excursiones ... Los lamentos saltan en pleno mes de agosto, cuando la temporada ya no puede dar más de si. Da la impresión de que el sector se ha acostumbrado a que cada año le toque el bote de los Euromillones. Con la tradicional mirada obtusa del pasado, resulta que vienen más turistas y dejan poco dinero, pero queremos siguir haciendo la competencia a Grecia y Turquía con precios más bajos. ¿En qué quedamos? Con estas premisas será muy complicado que se acepten alguna de las recomendaciones contra masificación turística, por suaves que sean.