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La inteligencia artificial, esta tecnología que imita los procesos del discernimiento humano, ya está en todas partes.

Sus aplicaciones desde los asistentes virtuales en nuestros dispositivos móviles y las fórmulas de recomendación en plataformas de streaming, incluida la conducción autónoma y el diagnóstico médico. La IA es una rama de la informática en la ciencia de la computación que utiliza algoritmos procesados por máquinas. Carecen, por tanto, de alma, corazón y vida.

No existen las emociones, la naturaleza, ni los sentimientos en estos cálculos cuánticos, cuando lo que define la persona humana es su inteligencia emocional y natural.

Somos interpelados constantemente con mensajes y advertencias tan sesudas y rotundas como que «la IA no te va a quitar el trabajo, pero alguien que sepa utilizarla, sí», «la IA se ha convertido en la ‘mejor amiga’ de los ciberdelicuentes» y «los directivos y ejecutivos desconocen cómo funciona la IA, pero la utilizan en las empresas».

Surgen tantas preguntas que necesitamos respuestas. De ahí que la comisión organizadora del Foro Illa del Rei, que este año llega a su 16 edición y se ha consolidado como la cita social del verano menorquín, ofrecerá esta tarde las contestaciones y soluciones que expondrán la catedrática de la UPC Karina Gibert; Santiago Barro, introductora de la IA en Menorca; Maria Bauzá, doctorada en el MIT e investigadora en DeepMid, que diseña robots con IA para Google; y Antoni Febrer, consultor en márketing digital.

El papa Francisco, en su mensaje al G7 el 14 de junio, sobre los retos, oportunidades y amenazas de la IA, afirmó que «ninguna máquina debería poner fin a la vida de un hombre», en la doctrina de la Iglesia católica contra la pena de muerte. Antes, ya nos había pedido que evitemos «pretender llegar a ser como Dios sin Dios». La respuesta nuclear está en el uso ético de la IA.