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Estos días se ha comentado largamente la magra cosecha española de medallas olímpicas, que fue de 18. Por contra, Australia consiguió 53 medallas, Italia 40, Corea del Sur 32 y Países Bajos 34. España quedó incluso por debajo de los pequeños Uzbequistán y Hungría. El debate apuntó al Plan ADO (inversión privada) y al programa Team España Elite (qué manía con los nombres en inglés), del Consejo Superior de Deportes. Un elemento importante que acertadamente se señaló fue la fuerte correlación entre los resultados deportivos y los respectivos PIB de los países participantes. Resulta evidente. En realidad la «competición» es muy relativa, ya que, matemáticamente, a más dinero, más triunfos. Queda feo decirlo, pero las medallas tienen más que ver con la riqueza de los países que con el número de deportistas de los mismos o la motivación y el sudor de sus atletas.

En todo caso, la perspectiva de análisis se centró, como en todos los campeonatos, en la competición y el triunfo antes que en la propia práctica deportiva; porque más allá de ese querer estar entre la élite, en la crème de la crème, los resultados deberían invitar a pensar en aquellos que se quedaron rezagados. Así, India, con casi 1.500 millones de habitantes (más que China), se fue con 6 tristes medallas; Indonesia, con 280 millones, se fue con 3 metales; Pakistán, con 236 millones, se llevó un bronce; Brasil, con 200 millones, 20 medallas, y México, con 130 millones, 5. Nigeria y Bangladés, con 227 y 170 millones de habitantes respectivamente, volvieron a casa de vacío.

En la mayoría de los casos, esos países -esos y esas atletas- no cuentan con grandes patrocinadores, sofisticadas instalaciones, centros de alto rendimiento o equipamiento adecuado, ni tampoco con médicos deportivos, fisioterapeutas, masajistas ni, desde luego, psicólogos deportivos. Cuando miramos el medallero se percibe más injusticia que méritos. Se trata de si entendemos el deporte como espectáculo y como ejemplo de competitividad y supuesta meritocracia, o como elemento de salud, bienestar y progreso humano. Conviene no mirar sólo la parte de arriba de la tabla, porque ésta, más que la gloria de unos pocos, refleja la pobreza de otros muchos.