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En las pruebas de velocidad de atletismo recuerdo a un único blanco, el italiano Pietro Mennea, que en 200 metros estableció un record mundial con 19,71 segundos. Marca que se mantuvo durante 17 años. Hace muchos años de eso y Mennea nunca bajó de los diez segundos en los 100 metros. Ha habido dos o tres blancos que han bajado de los diez segundos y ninguno de ellos hubiera batido el récord del mítico Jim Hines que en la olimpiada del 68 marcó 9,95 segundos en los 100. Desde entonces, ha habido más de 70 atletas de raza negra que han bajado de diez segundos. Según algunos estudios el secreto es que poseen un porcentaje mucho mayor que los blancos de fibras musculares de contracción rápida, las que se encargan de producir energía de un modo explosivo sin recurrir al oxígeno. Me imagino que este tipo de fibras también influyen en el mundo del baloncesto. El porcentaje de negros que hacen mates es muy superior al de los blancos. Había una película de los 90 de Woody Harrelson y Wesley Snipes titulada «Los blancos no la saben meter» que aludía a este tema. Evidentemente no se refería al sexo sino a los mates en basket, pero la traducción parecía llevar un doble sentido. Cuando Ana Peleteiro tira de ironía reflejando una cruda realidad en el podcast de Laura Escanes: el pobrecito blanco que corre 100 metros es como «cariño, no vengas», no dice nada que no sepamos: los blancos no la sabemos meter ni doblada. Sin embargo, las redes se le echan encima porque ella no se debe permitir gastar ni una broma. Es la única atleta española de la cual se alegra un sector de la sociedad de que no logre medalla para España y eso que estos teóricamente son el summun del patriotismo. Pero, fuera caretas, su color de piel y el que reivindique una serie de derechos no es plato de buen gusto para aquellos que consideran que sólo hay una España y que los demás deben acatar sus designios.