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Shanghái acaba de publicar su famoso ránking de universidades. Analiza dos mil quinientas de las 25.000 que existen y elabora una lista con las mil mejores. De las veinte primeras, dieciséis son estadounidenses, tres británicas y una francesa. China ya logra colar seis entre las cincuenta mejor posicionadas, Alemania tres. España solo asoma a partir del puesto 151 y cuenta con diez instituciones entre las quinientas más destacadas. Una nota pobre, pero esperada. Porque a pesar de que todos los gobiernos que recordamos en las últimas décadas han dicho que apostarían con fuerza por el I+D+I, lo cierto es que los presupuestos brillan por su dejadez y la educación jamás ha sido una prioridad. Los resultados están a la vista. La ciencia sigue siendo una enorme asignatura pendiente en un país que hace maravillas con los recursos de los que dispone y que maltrata sistemáticamente a sus investigadores. Tanto, que a menudo emigran hacia tierras más fértiles. Si miramos el número de patentes registradas nos haremos otra idea de cómo anda el ránking: lo lidera China, seguida por Estados Unidos, Japón y Francia, seguidos por Reino Unido, Suiza, Suecia y Países Bajos. España está en el puesto 21, a pesar de ser más grande que algunos de esos países. En los cincuenta primeros puestos no aparece ni una sola empresa española. Todos sabemos por qué, puesto que el desarrollo económico de nuestro país se sostiene en cimientos que apenas necesitan innovación ni ciencia y que, cuando los requiere, se limita a comprarlos fuera: servicios y turismo. Uno de los anuncios estrella de Pedro Sánchez fue su respaldo a las altas tecnologías, veremos si algo de eso da frutos o dentro de cinco años seguimos a la cola.