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Los yates, los barcos en general, están diseñados para unas condiciones concretas. Es decir, si un fabricante recibe el encargo de construir una embarcación para navegar en nuestras aguas, los ingenieros hacen los cálculos para esas aguas, donde predominan, en un 99,99 %, los vientos de entre 5 y 50 nudos de viento, como mucho. Así se diseñan el palo y las velas. El casco se dibuja en consecuencia y en relación a esas mismas condiciones, perfectos para navegar entre las olas del Mediterráneo, en un 99,99 % de entre cero y ocho metros de altura, como mucho.

El mismo ingeniero naval, si recibe el encargo de diseñar un barco para recorrer el Ártico, tomará otras referencias, vientos de 150 nudos, olas de 12 metros, etcétera. Cada casco y cada velamen se ajusta, con un margen superior de seguridad de un 20 por ciento aproximadamente.

En definitiva, no se puede fabricar un barco sobredimensionado a toda condición, no sería útil. Por eso, si un barco diseñado y construido para afrontar vientos de 50 a 70 nudos, se enfrenta a una racha de 150 nudos, no aguanta y no es culpa de nadie, es la realidad de las cosas de la mar.