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Y no nos referimos o la película de Stanley Kubrick, tan densa como un viaje interestelar, sino a la odisea que están viviendo el capitán Barry ‘Butch’ Wilmore y la piloto Sunita ‘Suni’ Williams, los dos astronautas atrapados desde junio en la Estación Especial Internacional. La pareja debía pasar ocho días en el espacio exterior, pero un fallo en los propulsores de la nave los ha dejado tirados en aquella enorme estructura que gira sobre la tierra con una parsimonia desesperante. Desde junio, los dos enviados planetarios vegetan en nave, a la espera del rescate que no llega: «Lo estamos pasando muy bien», ha declarado el capitán, que debe ser más hábil como militar que mintiendo como un bellaco. O a lo mejor es que se ha enamorado perdidamente de ‘Suni’, aunque en ese caso se toparán con un problema añadido: Retozar sin gravedad debe ser complicado de narices. Y poco apasionado, intuimos. Así pues, imaginamos que Barry y Sunita, aburridos como ostras, deben pasar las horas pegados a la ventanilla espacial, recreándose en las imponentes vistas hacia la tierra. Incluso jugarán con el operador de guardia de la NASA a identificar territorios: «¿Véis a vuestra derecha una isla pequeñita con todas las carreteras y autopistas saturadas?». «¿La que tiene las playas que casi no se ven por la cantidad de bañistas que se amontonan y que tiene toda la costa construida?». «Esa misma. Si adivináis qué isla es, habréis ganado el juego por hoy». Barry y Sunita se mirarán, satisfechos: «Hombre, qué fácil. Es Mallorca».