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A veces la vida nos juega a favor. Sucede cuando hemos perdido la esperanza, porque el horizonte es muy negro y no vemos salida. De repente se abren claros a través de la tormenta. En les Illes Balears, Vox había puesto como condición al PP que los colegios pudiesen escoger si vehiculaban la educación en castellano o en catalán. Se trataba de un plan de segregación lingüística en las aulas.

En les Balears, el catalán es una lengua en peligro de extinción. La falta de uso entre los hablantes, la discriminación, las oleadas inmigratorias que no se integran, y el desprestigio social son algunas de las condenas que sufre nuestra lengua, un auténtico ejemplo de resistencia y de superación.

El plan de segregación lingüística en las aulas era el golpe de gracia, la estocada última que auguraba un final muy duro para nuestra lengua. Sin embargo ese plan ha fallado. Solo once centros escolares, todos ellos concertados o privados, han apostado por la segregación. Tan solo un tres por ciento de nuestros colegios se apuntan. La comunidad educativa ha dicho NO a la propuesta. Eso significa que, de los veinte millones de euros que Vox había arrancado del presupuesto para un fin absurdo, solo se va a gastar uno.

Es evidente que la gente no es tonta. Aunque a muchos castellano hablantes les cueste de creer, ser bilingües es una suerte y una riqueza. El castellano se aprende por saturación ambiental: respirando. El catalán cada vez está menos presente en las calles. Los padres lo han adivinado: para muchos niños la única vía para acceder al aprendizaje de la lengua propia de esta tierra es la escuela. Los buenos maestros son un modelo lingüístico que permite a los que viven en estas islas acceder al dominio del catalán. La escolarización en lengua catalana es más importante que nunca. No lo olvidemos.