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En este último periodo de nuestra historia, los partidos berrean por lo anodino y se olvidan de lo sustancial. Caen en las fanfarronadas de Sánchez mientras obvian cuestiones trascendentes. La democracia está en la UCI. Han caído las ideologías. Ahora todo es populismo en más o menos medida. No hay coherencia. Se argumenta la falacia, demagogia, o directamente mentira sin escrúpulos y los medios comprados la reparten con rigor con repeticiones insoportables. Nos lanzan información subliminal y los pregoneros de los partidos, a sueldo en los medios de comunicación, intentan vaciar nuestro espíritu crítico con sus monólogos de intelectualillos de bar de facultad. Los modelos sociales se han transformado. Nos distraen con los gladiadores del deporte. Los algoritmos han creado nuevos circuitos neuronales, provocando la desaparición del espíritu crítico. Somos autómatas en manos del mercado, los haters y los depredadores habituales.

Los modelos políticos no convencen. El estado centralista jacobino demolido por el autonomista, en principio descentralizador presenta lagunas importantes. No ha acercado los ciudadanos a los servicios, sin ahorro, ni mayor eficiencia. Ha creado nuevas instituciones sin eliminar ninguna. Dualidades y mayor gasto con poco rédito para los contribuyentes. Y lo digo con todo el dolor de mi corazón. El federalismo asimétrico de Sánchez en un insulto a cualquier persona razonable. Asesina de cuajo el espíritu de la Constitución que proclama que todos tenemos mismos derechos u obligaciones. Ahora es un burdo estilo de mercadeo para perpetuar la moqueta y el poder a cualquier precio. Ruego que me razonen ventajas e inconvenientes. Con datos, no con peroratas de laboratorio manipulador. Deseo que me expliquen porqué un catalán o un vasco es superior o singular. Exijo democracia. El valor supremo estriba en que los ciudadanos votemos sí o no al federalismo. Si gana el sí debe ser una reforma integral del sistema, pero PARA TODOS. Sin transición. La hemos padecido ya. Y ha sido la injusticia más larga y tediosa jamás presenciada. Llevamos casi medio siglo transitando sin llegar a nada. Igual que el resto de comunidades, todos tenemos nuestra historia singular. Obvio que pluriculturales. Un irlandés es diferente a un galés, un milanés a un napolitano. O un mallorquín a un madrileño. Aquí tenemos particularidades en cultura y lengua que obliga a que se respeten en un marco constitucional. La solidaridad entre comunidades no puede ser un simple expolio para mercadear. Los políticos deben dejar de pelearse como pandilleros de barrios marginales y ponerse a debatir sobre nuestros problemas reales. Dejen de decidir cuestiones substanciales, sin consultar. A pesar de ellos la vida es bella.