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La reunión que el pasado viernes mantuvo el presidente nacional del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, con sus máximos responsables autonómicos trató de escenificar la unidad de los conservadores frente a la estrategia de Pedro Sánchez para enmascarar los privilegios financieros que otorgará a Catalunya. Puede que la jugada de Feijóo a corto plazo le haya dado un buen resultado, todos sus barones firmaron un documento en el que se niegan a aceptar la negociación bilateral del futuro sistema de financiación autonómico. Digo a corto plazo porque no hay duda de que Sánchez llamará a los presidentes al palacio de La Moncloa con la chequera preparada, sabe que lo importante es superar el primer escollo; la primera y más ruidosa de las andanadas de la oposición. Una vez quede amarrado el concierto catalán lo que venga después le importa un bledo.

La comparecencia de la vicepresidenta y ministra de Hacienda, María Jesús Montero, en el Senado fue una prueba clara de que se está en la fase de la confusión con tal de evitar que se evidencie que Salvador Illa ha llegado al cargo con el dinero de todos los españoles. Y, admítase, de momento la fórmula está dando resultados. De momento, Feijóo ha tenido que asumir el posicionamiento de la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso. Con todo, habrá que ver en qué acaba todo esto, que no veo yo a ningún presidente negándose a recibir un paquete de financiación complementaria del Estado sólo por quedar bien con los mandarines de la calle Génova. La reforma de la financiación autonómica lleva décadas de retraso y los motivos son muy claros: no hay dinero para todos. A partir de aquí se pueden hacer todas las cábalas, pero el tren del concierto, cupo o singularidad financiera para la Generalitat de Catalunya ya ha salido de la estación.

Los próximos meses serán decisivos para poder determinar con más precisión la solidez del liderazgo de Feijóo dentro del PP, hasta qué punto sus barones territoriales están dispuestos a apoyarle para que llegue al Gobierno en las próximas elecciones, cuyo adelanto algunos popes dan por inevitable; más teniendo en cuenta la impaciencia de Esquerra y Junts en el cumplimiento de sus exigencias a Pedro Sánchez.

Oportunidad perdida

La presidenta balear, Marga Prohens, se ha comportado dentro de los parámetros previsibles con respecto a la destitución de Gabriel Le Senne como presidente del Parlament; ha optado por la practicidad frente a la honra. La abstención del PP en la votación propicia la continuidad en el cargo de una persona imputada por un presunto delito de odio. Prohens se suma a la legión de políticos saltimbanquis que proliferan en nuestro país, una actitud que la deslegitima cuando lance determinadas críticas a sus adversarios. El papelón de su vicepresidente, Antoni Costa, en todo este episodio también ha sido de los que hacen época. El PP balear ha perdido una oportunidad de oro para distanciarse de Vox, obligar a la ultraderecha a renegociar su papel en la escena política de Balears. No ha habido las agallas suficientes para tener un mínimo de coherencia.