A pesar de que, cuando te enfrentas a una novela, estimulas la imaginación, nunca puedes superar a la realidad. Por ejemplo, nunca se me hubiera ocurrido un relato, donde un ser humano –sobresaliente cum laude en mentiras– se proclamara a sí mismo como caudillo luchador contra la mentira. Algo así, como si el director general de las industrias cárnicas más importantes del país se proclamara líder de los vegetarianos o, mejor aún, vegano fundamentalista. O como si la celestina de la casa de putas más visitada de la ciudad, presidiera una asociación dedicada a luchar contra la lujuria y fomentar la castidad. Hace falta tener cuajo –como decimos en Aragón– para aparecer como campeón de una actividad contraria a la actividad más frecuente y familiar, que practica casi a diario.
La contradicción insoportable
21/09/24 0:30
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