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La noche del 23 de julio de 1936, trece carabineros del puesto de Portocolom aprovecharon la oscuridad para huir de Mallorca. El golpe contra el gobierno de la República había triunfado en la isla y sus compañeros más leales habían sido aniquilados en Sóller, Pollença, sa Pobla y Manacor. No había nada que hacer contra el Ejército y la Guardia Civil. Perdieron toda esperanza. Saltaron sobre una barca a motor y pusieron rumbo a la Menorca republicana. No podían ni imaginar la odisea que les esperaba.

Al poco rato de travesía, se rompió el motor. Trataron de usar las velas, pero se rompieron las cuerdas. Tuvieron que volver a puerto y usar otra pequeña barca a motor para que les remolcara. Sin embargo, a los pocos minutos esta se quedó sin gasolina. Comenzaron a remar desesperados, tirando de las dos embarcaciones, mientras la corriente les arrastraba de nuevo hacia la costa. Parecía imposible huir de la isla. Así estuvieron durante nueve horas, hasta que se hizo de día y corrían el riesgo de ser localizados. A las 10.30 de la mañana uno de sus familiares les avistó y les envió una nueva barca a motor. Los trece ejecutaron el trasbordo y, tras otras seis horas, llegaron milagrosamente a Ciutadella, donde les recibieron como héroes.

Los siete carabineros de Santanyí siguieron el ejemplo y huyeron también en una barca a motor. Su odisea es totalmente incomprensible. En lugar de ir hacia Menorca, recorrieron más de 300 kilómetros hasta Vilanova i la Geltrú, en Barcelona, tras superar «infinidad de peligros» durante 36 horas.

Como acaba de publicar Cels Calviño en El cos de carabiners a les Balears (1829-1940) (Documenta Balear), el jefe de aquel grupo de Portocolom era el sargento José Repiso Ruiz, de 47 años. De origen cordobés, fue destinado a Mallorca justo antes de la guerra. En la Menorca republicana se mostró muy optimista y animó a preparar una operación de desembarco: «La rebeldía que subyuga a Mallorca se rendirá en cuanto sea batida de verdad por fuerzas libertadoras adictas». Por ello, se sumó a la expedición del capitán Alberto Bayo y firmó un folleto que lanzó en masa la aviación: «Carabineros de Mallorca, ¡viva la República! Nos apresuramos a invitaros a que vengáis a darnos el abrazo…».

Repiso y sus hombres volvieron a Mallorca el 18 de agosto de 1936. Desembarcaron en Punta n’Amer, en Sant Llorenç des Cardassar, y participaron en el asedio de Son Servera y en la conquista de Son Carrió, donde se enfrentaron a sus excompañeros mallorquines. Algunos de sus hombres fueron heridos, pero ninguno murió. Por su parte, entre los centenares de carabineros del bando sublevado se contaron siete muertos.

Tras la derrota, fueron destinados a los frentes de la Península. Repiso sirvió como teniente de Infantería y profesor en la escuela de oficiales. Sobrevivió a la guerra, pero fue detenido y encerrado en el fortín de Illetes. A pesar de su implicación, consiguió salvar la vida. Estaba todavía en la cárcel cuando lo jubilaron. En 1946, con 57 años, le concedieron la libertad. A partir de aquí, le perdemos la pista. Me gustaría encontrar a sus descendientes: manuelaguilerapovedano@gmail.com.