Vivimos en las coordenadas de la Cuarta Revolución Industrial: la Industria 4.0. Sectores de inversión han explosionado con intensidad: la nanotecnología, la robótica, la inteligencia artificial, los nanorobots, la automatización, el empuje de los algoritmos, áreas que se han desarrollado con la economía del conocimiento. Y que avanzan a partir de estrategias de inversión, que tienen como ejes fundamentales las apuestas públicas. El reciente informe de Mario Draghi ha revolucionado el mundo económico y se ha resaltado en el ámbito político. Un texto esperado como agua de mayo, teniendo en cuenta la personalidad y la precisión de su autor.
El documento, extenso y prolijo, detalla aspectos relevantes como la gobernanza, las relaciones comerciales internacionales, el análisis sobre las estrategias de innovación y el desarrollo energético, como facetas centrales. La comparativa entre la Unión Europea (UE) y los grandes bloques geoeconómicos (Estados Unidos, Asia) constituye una robusta plataforma de trabajo, un contraste continuo, para llegar al meollo de la cuestión: la competitividad de la UE en la nueva globalización, sacudida por la guerra en Europa y los conflictos abiertos en otras zonas del planeta, en particular en Gaza. Sin descuidar otros elementos que no pueden desdeñarse: el avance tecnológico chino en actividades que ya no son de mero ensamblaje, sino de producción propia con tecnología avanzada.
El nudo esencial de la apuesta de este documento estriba en un tema sobre el que hemos insistido siempre en nuestras aportaciones: la importancia de la inversión, una palanca clave para encarar el problema de la pérdida paulatina de competitividad de las estructuras económicas europeas en relación a sus entornos. Los mercados van a aparecer después, con la factible creación de algunos de ellos, todavía inéditos. Y una herramienta fundamental para activar y mantener una ocupación de mayor calidad, con mayor valor añadido. En tal aspecto, la apuesta de Draghi es inequívoca, directa: 800.000 millones de euros anuales, lo que representa entorno al 5 % del PIB europeo. Esto triplica las ayudas del Plan Marshall (1-2 % del PIB en inversiones anuales) en la reconstrucción europea tras la Segunda Guerra Mundial. Un monto importante de dinero canalizado hacia diez sectores considerados estratégicos, que abrazan la automoción, el espacio, las nuevas tecnologías digitales, las primeras materias críticas, las tecnologías ‘verdes’, el transporte, la industria farmacéutica, la digitalización, la energía y las industrias que necesitan mayor intensidad energética. El telón de fondo son las consecuencias inherentes al cambio climático, con el urgente reclamo a descarbonizar la economía europea como factor de competitividad; podemos deducir que este es un tema transversal que nutre buena parte de esos diez grandes objetivos.
Las cerca de 200 propuestas que plantea el informe de Draghi deberían ser bien recibidas e impulsadas (esta es la clave) por la Comisión Europea.
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