Siguiendo las enseñanzas de los maestros, me he esforzado durante años en escoger y conservar, ordenadas en estanterías, numerosas obras maestras de la literatura y el cine que un día me hicieron feliz, a fin de poder disfrutarlas a la vejez, cuando por razones biológicas y anímicas ya no está uno para tonterías. Prudente empeño, pero muy contraproducente, pues ahora que soy viejo, he podido comprobar cuánta razón tenía el maestro Lichtenberg, cuando ya en el siglo XVIII aseguró que «no hay lectura más infame que la de obras maestras». En serio, hasta Shakespeare, Dostoievski y desde luego Proust pueden mover a risa con su grandilocuencia. Y las obras maestras cinematográficas suelen ser más infames todavía. Menos mal que, previsor, en esos estantes tengo otras cosas. Las obras maestras, consagradas por la insistencia de los críticos y el boca a boca, que es una ordinariez muy sobrevalorada, no tienen por qué gustarte y hasta te pueden repeler, como las de Godard o Buñuel, entre otros miles de genios.
Obras maestras
Palma23/09/24 0:30
También en Opinión
- Un cuarto premio, vendido en varias zonas de Mallorca
- Ni estufas ni calentadores: Lidl trae la nueva revolución para calentar el hogar
- La bebida que cada vez bebemos menos, evita la pérdida de memoria y mejora mucho la concentración
- Una niña canta por error El Gordo justo después de salir el premio: «Me ha dicho que lo cante»
- La Lotería de Navidad deja 790.000 euros en Mallorca
Sin comentarios
Para comentar es necesario estar registrado en Ultima Hora
De momento no hay comentarios.