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Hace algún tiempo, con ese don profético que Dios me ha dado y rara vez utilizo (profetizar es una ordinariez), hablé aquí de los múltiples y peligrosos dispositivos que infestan nuestros hogares, nuestros bolsillos y nuestras vidas, con sus componentes misteriosos, sus engranajes secretos y su forma de agruparse en operativos. En complejos operativos de dispositivos. Avisé de los riesgos de interactuar con tal cúmulo de dispositivos conectados entre sí y Dios sabe a qué, pero naturalmente, como hace mucho que todos vivimos inmersos en esa maraña de dispositivos, y tan contentos, nadie me hizo caso. Debió parecer literatura, metáforas, algo por el estilo. Sí, sí, literatura… Yo literatura, venga ya. Ahora que el Estado de Israel, no contento con el exterminio de Gaza y Cisjordania, ha inventado otra manera novedosa de asesinato selectivo, y de hacer la guerra a distancia en Líbano mediante el control remoto de mortíferos dispositivos de uso corriente (qué sofisticado, dicen los comentaristas), quizá la gente caiga en la cuenta del peligro, y hasta empiecen a mirar con otros ojos sus dispositivos. Incluidos teléfonos móviles, que son desde luego los más sofisticados. Docenas de muertos, millares de heridos, qué sofisticación selectiva. ¿Y cómo lo hicieron? Lo acabo de decir, lo dije hace años. Creando un vasto operativo de dispositivos explosivos. Una aplicación para reventar gente, la aplicación definitiva. Eso sí que es un ataque cibernético, y no exige tanta sofisticación si consideramos que ya llevan un año de matanzas tecnológicas, también muy sofisticadas. Sólo es un paso más en la optimización de dispositivos. Electrónicos, por descontado. Y domésticos, aunque un dispositivo, hasta el más simple, nunca está totalmente domesticado, y basta ver las cosas que hacen por su cuenta mientras dormimos. Precaución, mucha precaución con cualquier chisme que, incluso metido en un cajón con otros similares, parpadee y exhiba lucecitas malignas, verdes o rojas. Algo traman. Ya hace una semana que miles de dispositivos estallaron en Líbano sembrando el pánico, y todavía la prensa internacional no se lo explica. Es fácil, la comunicación siempre fue un arma de guerra, y gracias a los dispositivos, comunicación es lo que ahora sobra. Israel se está comunicando.