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Nos acercamos a octubre y se cumplirá un año del genocidio en Gaza, de su última etapa, porque el genocidio y la limpieza étnica lleva más de setenta años perpetrándose en toda Palestina. También asistimos a una oleada de provocaciones para llevar la región a una guerra total, con acciones de terrorismo de estado, selectivas o indiscriminadas, como la de los móviles y buscas en el Líbano, realizadas por el sionismo ocupante con la complicidad occidental. La capacidad de contención de Estados como Irán, Siria o el mismo Líbano, la de China para hacer prevalecer la diplomacia habrá que estudiarla en el futuro, si es que queda alguien para contarlo.

Para las potencias occidentales, la guerra y la destrucción son un negocio que forma parte del sistema de dominación mundial, no es nada nuevo ni excepcional. Pero normalizar la masacre, como quien ve una película de ficción, es suicida. Hoy son ellos y mañana quién sabe. Que esta macabra carnicería esté ocurriendo con una impunidad total ante nuestros ojos debería hacernos pensar, por solidaridad o instinto de supervivencia.

Necesitamos la paz, pero no una cualquiera, ni la de los cementerios ni la que se impone sin respetar los derechos de los pueblos y que solo es la antesala de la guerra de mañana. Como mínimo, nos quedan las movilizaciones ciudadanas que se van a convocar durante este mes de octubre para expresarnos y hacernos presentes. Aunque hace falta mucha más voluntad, valentía y contundencia para poner fin a este desastre, hay que estar ahí.