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La hora de la verdad se acerca para los partidos isleños. Ante la venta de inmuebles a extranjeros, los restos de un pueblo ocho veces secular quedarán arrinconados en su propia tierra, comenzando por los jóvenes, teórico orgullo de nuestra nacionalidad histórica, que ya son parias expulsados de su suelo ancestral. Recientemente, la izquierda isleña ha recibido otro duro golpe al saberse que un dirigente de Més, Jaume Alzamora, ha vendido su casa de Artà a una alemana. Y lo más doloroso ha sido la vehemente protección de esta compraventa por parte de Lluís Apesteguia, por el momento líder indiscutido de la formación. Durante años, Més ha defendido medidas para evitar el tráfico de inmuebles hacia extranjeros. Por eso ha herido tanto escuchar a Apesteguia justificando lo contrario de lo que ha predicado. Esta actitud hasta cierto punto cínica daña de lleno los principios fundacionales de la izquierda, que se habían mantenido esencialmente inalterables a lo largo de las décadas y que ahora, en Balears, parecen arrinconados sin remedio.

El pilar esencial del pensamiento de izquierdas es la Segunda Tesis de Karl Marx sobre Feuerbach (filósofo alemán que vivía de ilusiones). Marx afirmó: «Es en la práctica donde el hombre tiene que demostrar la verdad, es decir, el poder y la trascendencia de su pensamiento». Es decir: las ideas se demuestran en la práctica; el resto es verborrea escolástica. Por tanto, el peor error cometido por Apesteguia y su camarilla es sermonear lo contrario de lo que luego hacen o dejan hacer. El futuro inmediato de estas Islas pasa por el regreso a la lealtad hacia las propias convicciones por parte de la izquierda. Y que este fortalecimiento vigorice su capacidad de presión hacia una derecha cada vez más comprensiva ante el pánico que produce la venta especulativa de nuestra nacionalidad histórica al mejor postor.