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Es nuestro, el territorio que habitamos? Aquellos que tienen un título de propiedad, ¿son realmente los dueños? Los que residimos aquí, ¿acaso decidimos algo? Por ejemplo, ¿podemos poner límite al número de personas que llegan de todas partes del mundo para quedarse a vivir? ¿O al número de turistas, o de aviones, o de coches? Todas estas preguntas se contestan con un «no» rotundo: ni siquiera tenemos potestad para organizar un referéndum y saber qué opinamos entre nosotros mismos. Entonces, ¿quién es el propietario de todo esto, de quién depende? Buena pregunta, cuando el 70 por cien de los residentes en Mallorca declaramos en una encuesta reciente que debemos limitar el aumento poblacional en las Islas y nadie hace nada. ¿A quién compete, algo tan concreto?¿A la Comisión Europea, al Estado español? ¿Al Govern, al Parlament, a los alcaldes? ¿A los hoteleros, tal vez? Pues sí y no.Quien manda aquí es el sistema, el sistema de miles de políticos que nos representan, de miles de leyes que nos rigen, de miles de funcionarios que las aplican y de miles de jueces que las interpretan y a su manera. Podríamos decir que el sistema es un caos si no fuera porque existen pesos y contrapesos que mantienen un cierto equilibrio social. Así que nadie fijará límites de crecimiento, que es lo que querríamos la mayoría. Ampliarán el aeropuerto y el puerto, y el Govern construirá carreteras, rotondas, un nuevo tren hasta Llucmajor y lo que haga falta. Así vendrá gente y más gente para hacer más y más caja para alimentar al sistema cada vez más y más grande. Y así, hasta que el cuerpo aguante.