En el mismo diario digital encuentro dos titulares que, quizás, tengan algo que ver y expliquen de algún modo lo que está pasando con la vivienda. Uno dice: «Málaga, una ciudad cada vez más ajena: ‘Nuestro casero convirtió el piso en una vivienda turística para 13 personas’». El otro: «Viajar ya no está al alcance de todos los bolsillos: los hoteles disparan sus precios a más de 146 euros por noche». Todos vemos que viajar se ha convertido en una especie de obligación, un deseo generalizado. A ojos de muchas personas, si viajas te conviertes en un remedo de superhéroe y si no lo haces, en un pringado. Las redes sociales tienen un papel importante en este fenómeno y el encierro forzoso de la pandemia, también. El origen, sin embargo, está en la democratización del viaje que llegó con las compañías aéreas low cost. Gracias a ellas millones de personas de clase trabajadora que jamás habrían podido permitirse conocer lugares tan remotos como el sudeste asiático, hicieron su sueño realidad, porque allí el hospedaje y el resto de los gastos son baratos. Pero, ay, España se ha subido a la parra como destino turístico y los enclaves más demandados se han vuelto lujosos. Cualquier hotel en Madrid, Barcelona o Mallorca para un viajero español cuesta el triple que hace unos años. ¿Qué hacen, entonces? Buscar pisos turísticos, donde por el mismo precio de una habitación de hotel se meten seis u ocho personas. El hotelero llora por la competencia desleal, pero ellos son parte del problema y, además, dicen las malas lenguas que son los propietarios de muchos de esos pisos turísticos. Al final, el perjudicado es el que pretende alquilar o comprar un piso, porque hay pocos y a precio desorbitado.
El problema
05/10/24 4:00
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1 comentario
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Llevo bastantes meses escribiendo en este diario conclusiones a las que hemos llegado un grupo de observadores del fenómeno de la masificación. El número de hoteles existentes en la isla es el mismo que el que habia antes de que el fenómeno de la masificación alcanzara el volumen al que ha llegado está temporada. Muchos son de la opinión que ese incremento tan significativo viene producido por haber transformado viviendas,que en un principio habían sido pensadas para acoger a ciudadanos de la isla, en pequeños hotelitos para acoger a turistas. El efecto negativo en la sociedad y en el sector turístico ha sido doble De un lado, la masificación no sólo molesta al residente sino al propio turista y de otro, la ciudadanía se ha quedado sin vivienda gracias a la decisión política de la Sra. Armengol al dar manga ancha a esta nueva modalidad de alojamiento turistico. El hotel es más beneficioso para la economía en general y también para la sociedad. Como he explicado en varias ocasiones, en cada hotel hay un conserje que entrega la llave en mano cada vez que el cliente acude a su habitación. En una vivienda turística no existe ningún control que verifique cuántas personas se meten en ella. Los observadores que he mencionado anteriormente aseguran que han visto entrar un número muy superior de personas a la capacidad normal de la vivienda en cuestión. Se especula con la idea de que duerman sobre colchonetas de excursionista. En esto coincido con la Sra. Amaya. Todas estas personas que se meten de estrangis no pagan ecotasa, en cambio en el hotel la paga todo el mundo La culpa de que esto sea así no la tienen los hoteleros por fijar un precio alto. El precio no lo fija el hotel sino el mercado, la concurrencia de oferta y la demanda. La demanda que tiene la isla es tan grande que me atrevería a decir que si los precios de los hoteles fueran más elevados seguirían teniendo lleno al 100%. Añado lo que dije el otro día. Haya o no esta oferta turística añadida consistente en la vivienda turístico vacacional al hotelero no le preocupa pues el hotel lo tiene lleno con o sin esta oferta distinta de alojamiento. Lo que le preocupa al hotelero es que la masificación que produce este alquiler turístico y los colapsos de las carreteras que producen los coches de alquiler perjudiquen el bienestar de sus clientes. A continuación y, para terminar, quiero transmitirles mi disconformidad con las declaraciones que hizo a la prensa el Sr. Martín al afirmar que los hoteleros no deben tener el monopolio del alojamiento turistico. Mi opinión es la siguiente, cada sector económico puede considerarse un monopolio por lo que se refiere a su actividad así por ejemplo el sector que abarca la totalidad de talleres de reparación de automóviles poseen el monopolio de la reparación de los coches, de la misma manera, el conjunto compuesto por la totalidad de restaurantes que tenemos en la isla puede considerarse un monopolio. Me parecería absurdo que empezáramos a hacer comidas en nuestras casas y afirmaramos, en línea con lo que dice el presidente de los promotores inmobiliarios que no estuviéramos de acuerdo en que los restaurantes tuvieran el monopolio de servir comidas a los comensales y procediéramos así con todos los sectores de la economía. ¿Un poco absurdo, no les parece?