TW
3

Esta es la historia de dos amigos. Dos felanitxers que jugaron juntos de niños y la política separó hasta casi asesinarse. Uno se llamaba Antoni Llodrà Tallades y era líder de las juventudes de Esquerra Republicana Balear. El otro era Juan Falcó Oliver, teniente de Caballería y falangista. Hubo amenazas, agresiones… Incluso un día sacaron las pistolas. Pero cuando estalló la guerra, dejaron la venganza de lado y milagrosamente se salvaron. Una carta de Llodrà enviada en 1972, ya ancianos ambos, representa la reconciliación: «Amigo Juan, ¿me permites llamarte amigo como en nuestra juventud? Es lo que hace mucho tiempo quería decirte y hasta hoy no me he atrevido hacer».

Llodrà era un conocido militante de la izquierda. En la Revolución de Octubre de 1934 lideró una manifestación y agredió a Falcó en la céntrica plaza de s’Arraval de Felanitx. Llegaron a sacar las armas y la guardia municipal intervino para evitar una matanza. Por eso, cuando triunfó el golpe militar en Mallorca, Llodrà fue enseguida acusado de ser «un revolucionario comunista, peligroso en extremo». La situación pintaba muy mal para él. Mientras, su viejo amigo y enemigo Falcó era nombrado alcalde.

Falcó ha pasado a la historia por ser uno de los pocos falangistas que se jugó el tipo para evitar matanzas. Los historiadores Aina Adrover y Joan Cabot dicen que fue «un factor de contención». Un día, una vecina le tachó de cobarde por no matar a nadie y él respondió: «¿Esto crees que he de hacer? Entonces ven y tú firmarás la sentencia». Llegó tan lejos que fue procesado por connivencia con izquierdistas. Dimitió del cargo y se marchó a luchar a la Península con la pena de haber perdido a su hermano mayor, también falangista, en la Batalla de Mallorca.

Llodrà pasó por las peores prisiones: el Castillo de Bellver, Can Mir y el fuerte de Illetes. En 1938 lo condenaron a cadena perpetua, pero fue liberado en 1942. Una de las claves de su salvación la da en la carta que envió 30 años después a Falcó:

«Me refiero a aquella agresión de que te hice objeto, y que ni la exaltación propia de la juventud ni el pertenecer a partidos políticos de ideologías opuestas podían justificar. Nunca he dejado de lamentar mi desgraciada conducta. Sentí verdadera vergüenza cuando, al estallar la Guerra Civil, pude contrastarla con la grandeza de la tuya al no acusarme de mi ‘hazaña’, acusación que probablemente habría podido ser decisiva frente al tribunal militar. Cuando tu venganza habría podido ser tan fácil y tan tremenda a la vez, supiste sustraerte al clima de odios y pasiones de aquellos días.

No sería hacerte justicia el decir que viste en mí, más que a un enemigo político y agresor, al amigo de nuestros años jóvenes, ya que esto sería empequeñecer tu comportamiento durante la guerra y tu empeño en hacerla más humana en nuestro pueblo. Tu comportamiento tuvo pocos imitadores, si es que los tuvo, en tu bando vencedor. Tampoco los habría tenido en el otro, en caso de vencer».

Falcó murió en 1982 y Llodrá dos años después. El nieto del primero, Francisco Grimalt, cuenta en su trabajo Els 113 dies de Juan Falcó a Felanitx que, en el funeral de Falcó, un dirigente del PSOE comentó: «De los de derechas no sé si vendrán todos, pero de los de izquierdas no faltará ninguno».