No es infrecuente entre los miembros de la clase política actual española recurrir al «aunque» a la hora de premiar a la Iglesia católica en el campo de su acción cultural o social. Por una parte, se sienten obligados a reconocer lo evidente, p. ej. que Manos Unidas o Cáritas hacen el bien y lo hacen muy bien, pero al tener que reconocer que son organizaciones católicas, suelen empezar su intervención con un «aunque yo no soy creyente» (o «pese a ser yo agnóstico», o «por más que yo no me identifico con la Iglesia») debo reconocer que...tal y cual». Dicen el «tal y cual» para gusto de los premiados y anteponen el «aunque» para que se enteren los de su grupo ideológico. (Menos mal que no se les ocurre a los premiados decir «aunque yo no soy de su partido, acepto recoger el premio»).
Son absolutamente prescindibles las salvedades de quien preside la función. En un acto de homenaje, lo importante no son las sensibilidades subjetivas del premiador, sino los méritos objetivos del premiado.
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