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Será un milagro. Será la Virgen de Lluc que ha intercedido; será San Alonso Rodríguez, reencarnado en el Consolat para entregarle a la presidenta las llaves de la nueva sabiduría. De momento es un misterio. Lo único incuestionable es que Marga Prohens se ha vuelto roja y su PP más de izquierdas que la perilla de Pablo Iglesias. Es sobrenatural.

Los peperos le han birlado a Francina Armengol el grueso de su programa más progresista y aseguran, en pleno ataque de fiebre bermellona incontenible, que se pondrán a construir trenes hasta Llucmajor, Capdepera, Alcúdia o Calvià. Van desatados en su nuevas acciones de apoyo al transporte público. Menos mal que no han anunciado el tren de sa Dragonera, no sea cosa que el personal se los tome a chirigota.

¡Qué lejos quedan los tiempos de Jaume Matas, cuando construía autopistas a troche y moche en apoyo al vehículo privado! ¡Y qué pasados de moda quedan también los de José Ramón Bauzá, cuando despedazó de un plumazo el tren a Artà, que ya estaba en construcción! ¿Y qué decir de aquella presidenta del Consell, Maria Salom, cuando pronunció su frase más célebre?: «Tenemos que adelgazar», mientras recortaba la institución que presidía.

Pero se ha obrado el milagro de los panes y los peces con súper ecotasa incluida. Ahora Marga la Roja anuncia decretazos para luchar contra la saturación turística, acciones serias en materia de vivienda para los más débiles, además de una política social de aquí te espero. Ha adelantado a la progresía por su flanco más revolucionario. Sólo le queda un ‘detallito’ para que su mensaje de transformación sea inapelable: hacer suyo el legado la Memoria Histórica y humillar a Gabriel Le Senne. Lo único que le resta a la revolucionaria de Campos para ser creíble es colocar una estatua de Aurora Picornell en la sala de los Pasos Perdidos del Parlament. Si lo hace, habrá conseguido rizar el rizo de su milagrero vuelco ideológico.