TW
0

El 27 de junio de 1976 el vuelo 139 de Air France despegó desde Tel Aviv en dirección a París. En su interior iban 248 pasajeros, la mayoría israelíes, y 12 tripulantes. El avión hizo escala en Atenas y allí subieron cuatro pasajeros más. Aunque en realidad eran dos terroristas palestinos y otros dos alemanes, con un arsenal que demostró que la seguridad aérea, en aquellos tiempos, era un queso Gruyère. Tomaron el control del aparato esgrimiendo pistolas, granadas y ametralladoras, y colocaron un arma en la nuca de Michael Bacos, el piloto: «Cambia el rumbo». Primero repostaron en Libia, donde el coronel pederasta Muamar el Gadafi hacía ojitos a los islamistas, y luego llegaron a su destino final: el aeropuerto de Entebbe, en Uganda. El dictador de aquel país africano tampoco era ningún santo: el apetito de Idi Amin era tan voraz que contaban que incluso se comía a sus enemigos. En la terminal, los rehenes fueron amontonados y se anunció que los matarían, uno a uno, el 1 de julio si Israel no liberaba a 53 presos palestinos. A Bacos, el piloto que no era judío, le ofrecieron marcharse, pero se negó. Su tripulación se quedó con él. Mientras tanto, el Mossad no se andaba con chiquitas y montó una operación de rescate de película. Se camuflaron en una comitiva que simulaba ser la de Idi Amin y entraron en el aeropuerto disparando hasta al apuntador. Pudieron liberar a casi todos los rehenes y sólo murió en combate el líder del comando: ‘Yoni’ Netanyahu. Un héroe nacional en Israel. Por entonces, su hermano Benjamin Netanyahu, ahora primer ministro, vendía muebles. Hoy sigue vendiendo humo. Y muerte.