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Una de las primeras películas para mayores de 18 años que vi sin tener aún esa edad fue Vestida para matar, que estrenaron en 1980 en los Multicines Chaplin. Ya solo con ver las primeras secuencias del filme, incluida una de Angie Dickinson en el interior de un taxi con un desconocido, uno entendía perfectamente el por qué de aquella clasificación tan restrictiva. Su director, Brian de Palma, se convirtió ya prácticamente desde aquel momento en uno de mis cineastas favoritos, aunque no solo por esas impresionantes secuencias, claro, sino por la mayoría de sus películas posteriores, tan oscuras casi siempre. Si hoy recuerdo al autor de Impacto o de Misión imposible es porque siendo esta columna quincenal un espacio en el que normalmente hablo solo de Palma, qué mejor que hablar también aquí hoy de un director que se apellida precisamente del mismo modo, si me permiten el ingenuo y bienintencionado juego de palabras. De Palma es natural de Nueva Jersey y creo que nunca ha visitado aún Mallorca, pero seguro que lo haría si, merecidamente, recibiera un homenaje por parte de alguno de los dos excelentes festivales de cine que se celebran en nuestra isla. Su trayectoria como director le avala, con filmes hoy ya míticos como Carrie, Los intocables o Atrapado por su pasado, a los que yo añadiría Ojos de serpiente, Misión a Marte o Femme Fatale. Parafraseando el actual lema turístico de nuestra querida ciudad, yo diría que más que ‘Passion for Palma’, que también, lo que he sentido y seguiré sintiendo siempre es sobre todo ‘Passion for De Palma’.