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Los curiosos abarrotaban la plaza de Sa Bassa de Manacor. Querían contemplar la cara de su enemigo derrotado. Un oficial gritó: «¡Silencio! ¡Pasa la carroña!», y unos 40 prisioneros antifascistas asomaron tras la esquina. Parecían unos indigentes: con ropa sucia, sin peinar ni afeitar, y totalmente vencidos por el hambre. Uno de ellos llamaba la atención porque se abrigaba con un albornoz. Además, tenía el brazo en cabestrillo y el cuello vendado. Un fotógrafo captó la escena. Todavía no lo sabían, pero ninguno volvería a ver el sol. Todos fueron fusilados al alba y su memoria borrada de la historia. Nunca se había identificado a nadie de la foto. Ahora, una casualidad me ha permitido saber quién era aquel del albornoz.

Se llamaba Amador Herrero Torres, tenía 33 años y era de Jumilla (Murcia). Estaba afiliado al PSOE y la UGT, y era el menor de cuatro hermanos, todos también militantes socialistas. Cuando estalló la guerra, llevaba varios años residiendo en Manresa (Barcelona), donde trabajaba de albañil, y en seguida se alistó en las milicias antifascistas. Junto a 30 compañeros de Manresa, se integró en la columna que mandaba el capitán Marcelino Zapatero y su destino fue Mallorca.

El 16 de agosto de 1936 desembarcó con el primer contingente en Porto Cristo y tomó con relativa facilidad el pueblo. Al día siguiente, un violento contrataque enemigo puso a toda su columna en fuga. Amador fue herido en el cuello y pecho, y se refugió con otros 40 milicianos en el café Can Noi de la actual calle del Port, en segunda línea del pueblo. El frente se estabilizó y ellos se quedaron atrapados entre dos fuegos, en tierra de nadie. Allí aguantaron dos semanas, hasta que el enemigo los detectó. El 1 de septiembre comenzó el asedio. Un legionario vació su cargador por una ventana y, cuando se asomó, le acertaron en la frente. Resistieron tenazmente, pero al final del día se rindieron para evitar que los quemaran vivos.

Tras las humillantes fotos en Manacor, el teniente coronel García Ruiz, jefe de los golpistas, dedicó toda la noche a interrogarlos. Él mismo escribió en su informe que en sus bolsillos encontraron «alhajas» robadas «en Ibiza y Porto Cristo» y que «se quejaban de haber pasado hambre» y no haber cobrado el sueldo prometido.

Cuando interrogaron a Amador Herrero, apuntaron lo siguiente: «Residente en Manresa, 33 años, albañil. Se encontraba sin trabajo y le ofrecieron 10 pesetas diarias si se alistaba, lo que no le pagaron. Fue a Barcelona y se presentó en el cuartel de Caballería de la plaza de España. Embarcó para Mallorca, pasando por Mahón. Vino en el Ciudad de Barcelona con 1.200 o 1.300 hombres. Fue el primer día herido en Porto Cristo. Le dijeron que el tercio se había apoderado de Mallorca y que venían a salvarla. Tenía dos heridas: una en el cuello y otra en el pecho. Se abrigaba con albornoz».

El historiador catalán Gonzalo Berger lo había registrado como fallecido en Mallorca. Ahora tenemos su foto y su declaración. Sabemos además que fue enterrado en el cementerio de Son Coletes, en Manacor, y es muy posible que sus restos estén entre los recogidos ya para su identificación. Sin embargo, los forenses necesitan el ADN de alguno de sus descendientes para cotejarlo. Mi correo: manuelaguilerapovedano@gmail.com.