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No veo televisión desde hace veinte años. No obstante, me sigue atrayendo como instrumento de persuasión colectiva. Por eso me interesó el anuncio de que La Sexta iba a lanzar un programa para destapar las barbaridades de los ‘conspiranoicos’, en referencia a las incontables personas que sostienen puntos de vista disparatados, tan frecuentes hoy en día.

Los productores del programa explicaron en la prensa que pretenden iluminarnos. Soy escéptico sobre este objetivo porque, aunque no lo diga, para mí está claro que para La Sexta, lo primordial es conseguir audiencia, para lo cual va muy bien alimentar la inquietud del público o, mejor dicho, de su público. La Sexta, como la mayor parte de los medios, no va a la audiencia en general sino a un nicho particular. De hecho, su propietario tiene medios como Antena 3 o incluso el diario La Razón que se orientan a espacios bien diferentes.

Jokin Castellón, el periodista que será presentador del programa, dice que intentarán destapar qué hay detrás de esta gente, pero sin hablar con ellos, porque La Sexta «no va a meter a un loco en televisión para debatir con él». O sea, van a hablar de ellos, pero sin escucharlos, lo cual es bien curioso: yo lo describo pero usted calle que está loco. En un esfuerzo para entender todo el fenómeno conspiranoico, el programa «va a mostrar quién está detrás de ellos, qué poderes políticos los ayudan, quiénes los financian, por qué lo hacen y por qué mienten». Y todo sin hablar con los interesados. Menos mal que aún no hemos inventado un sistema judicial así, donde el acusado no tenga derecho a abrir la boca. Los medios siempre innovando, siempre por delante.   

Yo estoy completamente de acuerdo en que está lleno de gente que defiende posturas pintorescas, disparatadas. Pero no pienso que sean chalados totales sino que en el mejor de los casos son locos a tiempo parcial: entre mil posicionamientos normales y razonables, en uno de ellos nos dejan patidifusos. Piensen por ejemplo en Miguel Bosé, un hombre admirable, que de pronto se descuelga con que es antivacunas. Yo suelo ir a debates de radio y me encuentro con gente absolutamente normal que sobre un asunto determinado tiene una opinión infundada, loca. Un amigo mío, escritor y autor de algunos libros, sostiene la teoría de que España es una rueda de carro, donde la sustancia está por un lado en el centro y por otro en la periferia. A partir de ahí agárrense porque las derivaciones son loquísimas.

Es humano que cuando uno no encuentra la forma de cerrar un relato acuda a la imaginación. Esta es generosa, flexible y siempre permite saltar los vacíos que convierten en verosímiles los desbarres mentales. Si no sabemos por qué hay COVID, por qué la ultraderecha crece, cómo es que los chinos nos invaden o por qué el hombre llegó a la Luna, echamos mano de la imaginación, de los poderes oscuros, y el relato termina por encajar. Entonces lo entendemos todo: bastaba con algunas mentiras amoldadas a nuestras necesidades.

Para mí, siempre ha habido cuñados fantasiosos, pero antes carecían de otra tribuna más que una mesa de bar. Ahora, las redes sociales les permiten desfogarse y, además, encontrar compañeros en su viaje alucinado. Nada alarmante. Pienso que atribuirles un plan maquiavélico, suponer que detrás de ellos hay una poderosa organización oscura, es propio de un conspiranoico. Decir que detrás de esta gente hay misteriosos poderes es muy humano, pero falso. Nos permite explicar por qué existen, pero echando mano de la mentira. Esto también es ‘fake news’. «Quiénes los financian» dice La Sexta, como si hubiera gente en las esquinas repartiendo cheques a los que opinan disparates. Precisamente, La Sexta incurre en el más puro pensamiento conspiranoico al imaginar lo que no existe. Estaría bueno que Vox fuera financiando a los chalados antivacunas, negacionistas, anticambio climático, como si no fuera más urgente asegurarse que los pocos diputados que ha conseguido en las urnas no se maten entre ellos.

Bastaría ver cómo toda la industria del motor europea está muriendo, cómo la prensa ha perdido su rol, cómo China amenaza al mayor poder imperial contemporáneo, cómo Amazon ha aplastado al comercio tradicional, cómo la Iglesia católica ha sido diezmada o cómo la banca busca hoy sobrevivir a internet para entender que los poderosos son tan falibles como los débiles. Atribuirles poderes mágicos nos ayuda con nuestro relato, pero simplemente es otra muestra de que todos tenemos la tentación de ver conspiraciones. También La Sexta, convertida en otro conspiranoico, en este caso cazador de conspiranoicos.