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Es curioso cómo, cuando se pone de moda un tema, proliferan historias relacionadas con esa cuestión para conformar una enorme amalgama que acabe por condicionar la opinión pública. Esa especie de trending topics que han existido toda la vida, a menudo para desviar la atención de asuntos más trascendentes o graves que se cocinan por lo bajini. Llevamos meses a vueltas con el problema de la vivienda, alimentado por un cóctel de ingredientes en el que flotan las leyes que favorecen a los inquilinos «vulnerables», la proliferación de pisos turísticos, el aumento del coste de la vida, la contracción del crédito, los tipos de interés elevados... y la gran cantidad de chusma que nos rodea. Porque todo hay que decirlo. Leo y escucho historias sobre personas que viven en la calle, en tiendas de campaña, en caravanas, incluso en el coche. Hasta hay turistas que, como no pueden pagarse un hotel, pernoctan en la playa. Siempre ha habido y habrá aventureros que se ponen el mundo por montera y se apuntan a la vida loca, atraídos por los lugares de moda. Ahora son legión. No conozco a ninguno, pero apostaría a que esos que dicen que viven en la calle porque no pueden pagar un alquiler esconden lo que no les conviene que sepamos. La opción de juntarse varios compañeros de piso y alquilar la hemos ejercido todos cuando había necesidad. Ningún propietario te pondrá pegas si eres gente decente, cumplidora y cabal. Si trabajas –como dicen– y ganas aunque sea el salario mínimo, tienes bastante para alquilar con otros compañeros. Y si viviendo durante meses en una tienda de campaña ni siquiera eres capaz de ahorrar para la fianza, es que el dinero que ganas se escapa en otras prioridades. ¿Drogas, juego, alcohol?