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El ruido de sillas en el partido sanchista (antes PSOE), atizado por la proximidad de su congreso, va en aumento, pero en Balears la dirigencia, que perdió las elecciones autonómicas y las generales, mantiene un férreo control sobre la organización, a modo de tapón frente a cualquier iniciativa que pudiera surgir como alternativa. Un estado de cosas que lastra la labor de oposición al Govern de Marga Prohens.

Pedro Sánchez planea un congreso federal de aclamación que avale sus desmanes y le deje las manos libres para laminar definitivamente el partido, sofocar cualquier rescoldo de discrepancia y tutelar del todo la dirección de las federaciones, especialmente de aquellas cuyos barones han digerido mal haber tenido que ser los paganos del voto autonómico de castigo al mismo Sánchez. Francina Armengol y el sanchismo insular son una excepción. Confunden la lealtad con la sumisión, de acuerdo con la terminología del secretario general del partido en Castilla y León, Luis Tudanca, que ha intentado revalidar su mandato en unas primarias antes del congreso que le ha prohibido Pedro Sánchez. En Madrid, Juan Lobato prepara su defensa ante los movimiento hostiles a su continuidad; en Valencia la imposición de la ex ministra Diana Morant se considera garantía de fracaso; en Andalucía, y no es un caso único, se detectan desafecciones hasta de «camisas viejas» del sanchismo, aquellos que se entregaron al presidente desde el primer instante. Sin embargo, no hay indicios que permitan pensar que Sánchez no vaya a salirse con la suya.

En Balears, Francina Armengol se ha cuidado de cercenar cualquier atisbo de crítica u oposición y con el tiempo ha ahormado el partido a los designios de Pedro Sánchez, después de ser perdonada por el lapsus de haber apostado momentáneamente por Patxi López cuando la disputa por la secretaría general de aquel PSOE. Premiada con la presidencia del Congreso de los Diputados, no oculta su ambición de competir de nuevo por la presidencia del Govern, lo cual exige que el partido en Balears continúe petrificado, sin cambios, con los mismos órganos de dirección, integrados por un buen número de militantes - la relación de nombres sería excesivamente extensa - que no se han dedicado a otra cosa en su vida profesional, sin méritos conocidos fuera de la política. Como la propia Armengol. Unos por otros, a modo de sociedad de socorros mutuos. Así, el portavoz parlamentario, Iago Negueruela, tiene como primera misión guardar la silla a Francina Armengol. Con resultado desigual. El nuevo discurso del PP - contención turística, transporte público, incluso políticas sociales - ha desnortado a la oposición, principalmente al sanchismo. Cada vez que los acólitos de Armengol reivindican su legado y reclaman la autoría de proyectos que impulsa Marga Prohens, están reconociendo implícitamente su incapacidad para haberlos desarrollado. Si a ello añadimos la envolvente del Govern con Més a cuenta de las carantoñas que se hacen con la ecotasa, mayor es el desconcierto de los sanchistas. A todo esto, Francina Armengol difícilmente será candidata, perseguida por la compra de mascarillas, el ‘caso Koldo’: «una compra exótica» lo ha calificado el ex ministro Ábalos, que precisaba que en Mallorca «sí hay quebranto de las arcas públicas».