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Los restauradores lanzan el grito de auxilio porque se avecina una temporada movida de cierres, ahora que se acaba la temporada. Aunque se hayan batido récords de turistas, los hosteleros no pueden resistir, no aguantan los números. La noticia publicada este periódico, firmada por la periodista Alicia Mateos, revela algo que se palpa en la calle. Muchos mallorquines han dejado de ir a bares y restaurantes. La subida de precios de los alimentos golpea a todos, en la economía doméstica y también en las cuentas de resultados. Si todo es más caro y los ingresos son los mismos, de algún sitio hay que recortar. Y las salidas a restaurantes y bares son lo primero en lo que se aplica el tijeretazo. Hay un dato interesante que refleja la noticia y destaca Juanmi Ferrer, presidente de CAEB Restauración: los gastos de alquiler del local se han duplicado en unos pocos años. A esto se suma la falta de trabajadores, muchos no vienen a echar la temporada por el disparatado precio de la vivienda. La economía especulativa por encima de la economía productiva. En Madrid salieron alrededor de 25.000 personas a manifestarse reclamando una huelga de alquileres. No son los impuestos, que al final se reparten entre todos para una sociedad más equitativa. El problema son las rentas: mientras algunos se desloman poniendo cafés para cuadrar gastos, otros solo esperan el ingreso mensual del alquiler del local o la vivienda. Y la gente ya no puede más. Un local cualquiera en un barrio de Palma se está alquilando a 3.000 euros al mes, sin contar con el traspaso. Equivale a 1.000 cafés de los de 3 euros la unidad. ¿Quién ahoga a quién?