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Las desgracias nunca vienen solas, por lo que el término adyacente (cerca de algo, contiguo, anexo, adjunto), y también subyacente (debajo de algo, latente, encubierto), son fundamentales a la hora de analizar o describir cualquier cosa, y muy utilizados en gramática, economía, matemáticas y hasta psicología. Así, tenemos inflación subyacente, mercados adyacentes, ángulos adyacentes, activos subyacentes, cláusulas anexas, decisiones políticas contiguas y toda clase de fenómenos adyacentes o subyacentes. Por la prensa me enteré hace poco de que en asuntos de agresiones sexuales también tenemos ahora la figura, no sé si jurídica o sólo psicológica, del consentimiento adyacente, más bien subyacente, que es cuando la mujer agredida consintió previamente ciertos flirteos y coqueteos, por lo que luego se interpreta que ya no puede quejarse. Ah, los misterios jurídicos del consentimiento. Esto no ocurriría si en lugar del equívoco y absurdo verbo consentir se utilizara el sencillo querer o no querer, que cualquiera entiende, pero como desde los albores de la humanidad a los hombres no les cabe en la cabeza que una mujer decente pueda querer eso (culpabilidad subyacente), sino como mucho consentirlo, pues aún estamos en las mismas. Consentimiento adyacente, lo que nos faltaba. Por no hablar del subyacente, que se da por supuesto igual que la inflación subyacente y todas las cláusulas encubiertas de la vida. Y es que por más que nos esforcemos en definir y determinar algún problema, nunca reparamos suficiente en los adyacentes, que sin ser el asunto están muy próximos al asunto, y son los que explican por qué las desgracias nunca vienen solas. Claro que si nos fijamos exageradamente en lo adyacente, y no en la cosa en sí, puede ser mucho peor todavía, como prueba a diario el capitalismo avanzado y filosófico. Peligrosas, muy peligrosas, las cuestiones adyacentes. Gobiernos adyacentes, guerras adyacentes, abusos adyacentes, matanzas adyacentes. Ordenamiento jurídico adyacente. En fin, creo que me voy callar, porque yo mismo me estoy poniendo ahora muy adyacente, hasta subyacente, y no quisiera que pareciese que consiento. Consentimiento adyacente, íbamos diciendo.