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Dicen que quien tiene un amigo tiene un tesoro. A mí me gustan mucho los tesoros y atesoro una capacidad enorme para buscarlos. Así que, busco amigos. Pero no me conformo con cualquier cosa, yo quiero amigos de verdad. De esos que les pides algo y no preguntan el porqué, de esos que hace mucho tiempo que no los ves y parece que estuvisteis cenando juntos ayer noche, de esos que saben guardar un secreto, de esos que cuando dudan, preguntan. No va sobrado este mundo de relaciones sinceras, francas y sin interés. El interés personal es algo que canta mogollón, que un día van y te pillan. La sinceridad, aunque traicionera, está poco valorada. Yo he tenido muchos amigos, lo sé porque durante mi vida les he pedido un puñado de cosas, a veces dinero, y no me han preguntado que para qué lo quería. Alguno ni siquiera me ha pedido que se lo devuelva. Hay amigos, a los que tanto quieres, que se acaban convirtiendo en familia. Eso que en los países mediterráneos valoramos tanto, como si fuéramos mafiosos. Hay amigos a los que quieres más que a ti mismo. Y son esos, justamente, los que un día, por lo que sea, y seguramente sin querer, te fallan. Es entonces cuando la decepción adquiere unas dimensiones descomunales y el dolor es tan grande que pareciera que te han arrancado un brazo. Aunque agradeces descubrirlos. Si tiene un amigo, cuídelo. Nunca sobra.