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El barítono menorquín Joan Pons recibirá el viernes, en el Principal de Maó, el Premio Ópera XXI a la Trayectoria Profesional, concedido por la Asociación de Teatros, Festivales y Temporadas de Ópera de España.

Se emociona el gran cantante lírico menorquín al evocar a su padre, Miguel Pons Galmés, que cantaba en la Capella Davídica de Ciutadella. Quien formaba parte del coro de la Catedral de Ciutadella, lo escuchó el 1978 en Zaragoza, cuando interpretó Aida.

Supo aquel día Pons Galmés que su hijo empezaba una brillante trayectoria en la lírica internacional, pero no podía intuir que aquel muchacho, alumno del Colegio Salesiano y patronista en la fábrica de zapatos ‘Novus' de Ciutadella, se consagraría como un barítono dramático aplaudido en la Scala de Milán y el Metropolitan Opera House de Nueva York. Una carrera que arrancó en el Liceo de Barcelona en julio de 1972 y cerró, en el teatro de las Ramblas, 42 años después.

También conserva Joan Pons la pequeña maleta con la que, en un barco de Trasmediterránea, marchó a Barcelona en julio de 1970 para formar su prodigiosa voz y aprender italiano. Desconocía el bel canto quien sería calificado como el «heredero de Mariano Stabile»; y por el New York Times, como «la verdadera estrella de la noche» tras una representación en I Pagliacci con Pavarotti y Teresa Strats.

Recuerda Joan la despedida del tenor de Módena, con el que tantas representaciones y almuerzos -rigatoni con parmesano- habían compartido: «Ciao, grande barítono». En 1970 Joan Pons estaba a punto de casarse con Catalina Moll, Niní, su esposa y surgieron muchas dudas. Ganó la determinación, la audacia y la perseverancia del ‘calzolaio' de Ciutadella, que en más de 400 ocasiones ha interpretado al malvado barón Scarpia de Tosca. Lo mejor de Joan Pons es su enorme humanidad y su gran corazón.