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A medida que el panorama global cambia, la alianza BRICS emerge como algo más que otro ladrillo en el muro de las relaciones internacionales. Representando a casi la mitad de la población mundial, los líderes de BRICS, reunidos esta semana en Kazán, Rusia, están sentando las bases de un nuevo orden mundial, rechazando las antiguas estructuras de control y dominio por parte de las potencias occidentales.

Desde su creación en 2001, BRICS ha actuado como un contrapeso al orden global establecido por Occidente. Aunque los países miembros son diversos en términos de sistemas políticos y economías, comparten una crítica común: el sistema internacional actual favorece desproporcionadamente a las potencias occidentales. Este sentimiento impulsa los esfuerzos del bloque para promover un sistema más inclusivo y multilateral, en el que las naciones en desarrollo tengan un papel más fuerte y relevante en las decisiones globales.

La expansión de los BRICS en 2023, incluyendo a nuevos miembros como Egipto e Irán, subraya el deseo de muchos países de unirse a una estructura que les permita diversificar sus lazos políticos y económicos. Sin embargo, esta diversidad interna también es uno de los mayores desafíos del grupo. BRICS incluye democracias y autocracias, economías avanzadas como China y naciones en desarrollo como Etiopía. Algunos miembros, como Rusia e Irán, son rivales de Estados Unidos, mientras que otros, como Egipto y Emiratos Árabes Unidos, mantienen estrechos vínculos con Washington. Este entramado complejo de intereses dificulta la presentación de un frente totalmente unido, pero no disminuye el atractivo del bloque para los países que buscan mayor autonomía.

Uno de los temas centrales de esta cumbre es la desdolarización, una propuesta que ha ganado fuerza dentro de BRICS para reducir la dependencia mundial del dólar estadounidense. En un mundo donde las sanciones impuestas por EEUU y sus aliados tienen graves consecuencias económicas, BRICS está explorando alternativas que protejan sus economías de futuras sanciones. Aunque la idea de una moneda común para los BRICS aún parece lejana, desarrollar sistemas alternativos de pago y financiamiento es un primer paso clave hacia la independencia del sistema financiero dominado por Occidente.

El multilateralismo defendido por BRICS no es solo una estrategia económica, sino también una respuesta a las incertidumbres geopolíticas. En un mundo donde las relaciones internacionales están en constante cambio, muchos países ven en los BRICS una oportunidad para equilibrar sus alianzas. India, por ejemplo, sigue siendo parte de la alianza de seguridad Quad con EEUU, Australia y Japón, mientras refuerza su posición dentro de los BRICS. Brasil, otro miembro clave, todavía depende en gran medida de sus vínculos comerciales con EEUU, pero busca nuevas formas de influir globalmente a través del bloque.

En conclusión, BRICS encarna la aspiración de un mundo más justo y representativo, negándose a ser simplemente «otro ladrillo en el muro» de un sistema construido para servir solo a unos pocos. En su lugar, están forjando un futuro donde las decisiones globales reflejan la diversidad del mundo actual, y no la dominación de unos pocos.