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Hace ya muchos años que Podemos empezó a hablar de «crisis habitacional» y los que gobiernan –a todos los niveles, municipal, autonómico y central, y de todas las ideologías– han hecho poco o nada. Así que, el problema no ha hecho más que crecer. No es algo exclusivamente nuestro, se trata de un fenómeno global, pero eso es poco consuelo. Las manifestaciones de protesta se suceden y entre los variopintos eslóganes aparece uno que llama la atención y que se ha visto también en formato de hashtag en las redes: «Nos roban la vivienda». Contundente y efectivo. Y falso, como casi todos los eslóganes. Porque aquí nadie roba nada, más allá de los criminales intereses que nos cobra la banca por los préstamos hipotecarios. La vivienda es un bien como cualquier otro. ¿Que es necesario? ¿Que es esencial? Pues sí, como el alimento, la electricidad, el transporte o las medicinas. Que se pagan y a un precio elevado. Como todas esas cuestiones elementales para una vida digna, el ciudadano debe matarse a trabajar para conseguirlas y el que no puede lograrlo ha de recurrir a los servicios sociales que proporciona el Estado, que está obligado a responder. Y punto final. Prueba a no pagar la luz o a ir al supermercado, llenar el carro y hacer un simpa. Entonces sí estarás robando. La izquierda más ingenua da por hecho que todo tiene que ser gratis y, ya ves, quizá sería la solución. Pero el dinero no crece en los árboles y no basta con que los ricos paguen muchos impuestos, porque son pocos y no alcanza para el resto, que somos muchos. Así que el currante que se tira más de dos décadas pagando una hipoteca que le asfixia durante los mejores años de su vida no te está robando la vivienda, la está pagando. Como paga todo lo demás.