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John Henry Newman es, a mi modo de ver, la figura más prominente del Movimiento de Oxford. Es evidente que en un breve artículo como este no puedo abarcar su personalidad y su obra. Newman fue un hombre de un pensamiento con sentido práctico. Tuvo una gran capacidad para anticiparse a multitud de cuestiones que hoy están de plena actualidad. Muchos le consideran un auténtico precursor del Concilio Vaticano II, tan importante para la toda la sociedad, sea o no religiosa, y que ha marcado un punto de inflexión también en la política.

Varios de mis veranos ingleses residí en la Newman House, una residencia para estudiantes católicos de la University of London, donde hacía mis cursos de verano, situada justo enfrente de su sede central en Gower Street y donde llegué a colaborar con el personal del centro en la atención de los estudiantes que ahí residían. También visité el Oriol College de Oxford donde Newman fue preceptor y la capilla universitaria de Santa María de donde fue rector. Confieso que su personalidad me ha atraído desde que conocí sus escritos. Un gran estudioso hispano de Newman fue José Morales, profesor mío de la Universidad de Navarra. Por cierto, un caluroso mes de agosto de 1999 me lo encontré casualmente en Orme Court, una calle londinense que desemboca en una esquina de Hyde Park, y me dijo muy a la inglesa: «buenas tardes, qué tal todo», como si fuera lo más normal del mundo, le contesté que muy bien y nos echamos a reír. Aunque la bondad y talla intelectual del prof. José Morales estaban muy por encima de su simpatía, no dejaba de ser un tipo con una gran humanidad.

Apologia pro Vita Sua es un libro imprescindible de Newman. Una defensa de la propia vida. El drama de Newman fue ser un «espíritu católico» en la High Church of England y un «espíritu anglicano» en la Iglesia Católica. Sobre todo, y por encima de todo, Newman fue un intelectual, un buscador de la Verdad y un hombre honesto.

Newman fue un hombre excepcional. Su mente abarcaba un extensísimo campo de temas. Mostraba interés por todo lo que ocurría en política, ciencia y literatura. Criticaba todo lo que de vulgar y egoísta anidaba en las ideas y acciones de su tiempo, principalmente de Inglaterra.

Evidentemente fue un incomprendido, cómo no. Todavía lo sigue siendo, a pesar de su conversión al catolicismo, su creación como cardenal por León XIII, su beatificación por Benedicto XVI y su canonización por el Papa Francisco hace apenas cinco años. No es un santo al uso.

Su participación en el importantísimo Oxford Movement del S. XIX fue fundamental no sólo en su época sino en sus años posteriores hasta nuestros días. Por poner un ejemplo Lewis y Tolkien se consideran, de alguna manera, hijos del Movimiento de Oxford. El caso de Tolkien es mundialmente famoso por su obra «El Señor de los Anillos» que no es otra cosa, hablando rápido y mal, que la historia de la Biblia novelada a modo de mitos para explicársela a los niños.

El análisis que Newman hace sobre la conciencia es de rabiosa actualidad. No se puede vivir contra la conciencia. En España, la Constitución española reconoce la objeción de conciencia y el propio Tribunal Constitucional amplió su alcance en una sentencia histórica. No puede obligarse a una persona a permanecer en una organización que, por el devenir de los acontecimientos, justificados o injustificados, ha mudado sus principios y defiende postulados distintos a los que defendió antaño. En el caso concreto de la política, y puesto que así lo permite la legislación vigente, sobre todo por el derecho constitucional de la representación política, la permanencia o no en un partido político corresponde siempre a la libertad de conciencia del individuo. Y eso nada tiene que ver con el acta de representación obtenida en unas elecciones puesto que ésta se obtuvo con los postulados antiguos y no con los actuales. Quien cambia es el responsable de los efectos del cambio, no quien los padece.

En nuestro mundo tendemos a encasillar a la gente y cuando uno se sale de ese encasillamiento los pensadores débiles insultan, gritan y protestan porque los haces pensar y discurrir acerca del nuevo encuadre que se presenta ante la sociedad. Así no es de extrañar que los poco ilustrados recurran al Dr. Google y a no sé qué diccionario jurídico hispanoamericano para preguntar cómo denominar al que se ha salido del marco establecido que tanta seguridad ofrecía a los perezosos intelectuales. Unos recurren a diccionarios on line, otros buscan en los mentideros políticos y sociales, los menos se dedican a pensar y reflexionar en ardua pero fructífera tarea de analizar y resituarse ante la nueva situación derivada de un problema de conciencia que se ha resuelto de manera inesperada, pero del todo honesta y legítima.

Creo que lo mejor es dejar hablar a Newman, veamos lo que le decía al Duque de Nolfork el 27 de diciembre de 1874: «Uso la palabra «conciencia» en el alto sentido en que la he explicado; no como capricho u opinión sino como obediencia debida a la Voz Divina que habla en nosotros, Que esta es la visión que debe tenerse como punto de partida». Sólo el devenir histórico de las personas y las entidades a las que éstas han pertenecido nos darán la clave correcta de la interpretación de las actuaciones que se deriven las decisiones que tomen en el futuro. Claro que esto obliga a pensar, a investigar y a trabajar duro, algo que no está de moda en nuestros días.

Newman es imprescindible en nuestros días. Es un referente para combatir el pensamiento débil, la pereza intelectual y la pobreza espiritual.