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El PP de Marga Prohens confiaba –quizá aún– con que Francina Armengol no fuera candidata en 2027. Porque le teme. Por eso focaliza tanto como puede sobre ella el caso de corrupción del PSOE nacional. El carácter de la de Inca es férreo y quiere recuperar «su» presidencia que considera que se la hurtaron factores ajenos a lo que considera su brillante actuación presidencial. En concreto el naufragio nacional de Unidas Podemos que hundió la nave neo comunista balear y con ella la esperanza de la reedición de la coalición izquierdista y por tanto su anhelado tercer mandato consecutivo. Un hito sólo alcanzado por Gabriel Cañellas, la marca a batir. Es verdad que con la corrupción nunca se sabe que puede pasar –verbigracia: su citado antecesor cayó por ella– y que a la expresidenta la ronda con potencial peligro. Pero si no pasa de lo ya conocido no la tumbará.

La determinación de Armengol de dejar tanta o más huella política que Cañellas se entiende mejor viendo como preparó su prolongación en el liderato socialista. En 2012 llegó a la secretaría general tras que su antecesor dijera que lo dejaba porque los estatutos del partido no le permitían estar más de tres mandatos consecutivos en el cargo. Así era en efecto. La nueva jefa, dispuesta a durar mucho más sin limitaciones estatuarias molestas, dio órdenes de eliminar el impedimento y en el congreso siguiente así quedó la susodicha restricción: «Ningún cargo orgánico ejecutivo podrá ser ocupado por la misma persona durante más de tres mandatos consecutivos, sin que la secretaría general se considere ejecutiva a estos efectos». O sea: el máximo cargo ejecutivo no se considera ejecutivo si es Armengol para que pueda seguir siendo la ejecutiva en jefe sin barrera temporal. ¿Alguien que impone algo así va a renunciar a su futura candidatura por lo que ahora le salpica?

Armengol entendió el año pasado, en carne viva propia, que el voto nacional determina los resultados baleáricos. Lo ha asumido y ya fía su futuro aquí a la marca Pedro Sánchez. Volverá o no, vencerá o perderá, pero bien hace el PP en temer su revancha.