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Siento una inmensa ternura por los pobres votantes que se creyeron a este falso profeta, predicador de tertulia de bar de facultad. Y creo en la misericordia y por tanto me referiré al personaje. Respetaré a la persona, por honra a la especie humana, a su familia. A los que han sido sus múltiples víctimas, les acompaño en mi solidaridad. Se va predicando. Su carta de despedida es un compendio de cinismo y necrosis humana. Panfletaria, sigue hablando de la revolución bolivariana sobre la que se asentó la tesis doctoral que le permitió que sus coleguillas de la Complutense lo convirtieran en profesor universitario. Esperemos que no se reincorpore a la facultad como docente para proteger el culo a las alumnas de este detritus doctoral, así como a los alumnos que se pueden creer sus clases magistrales. En su despedida se sublima, como buen narcisista en el Conde Acton cuando escribió al obispo Creighton, advirtiéndole que se deberían aplicar los mismos parámetros morales a todos los hombres, incluidos los líderes políticos y religiosos, ya que el poder corrompe y el poder absoluto lo hace absolutamente. Habla de la toxicidad de la primera línea política.

Subyace el ataque de confirmación que Sánchez, su señora Begoña, Ábalos... son la consecuencia lógica de la práctica política. En consecuencia, nos invita a dejar de creer en ella y por extensión no acudir nunca más a votar. El daño de estos personajes detríticos a la esperanza de las personas que creen en las soluciones políticas para resolver la injusticia social es incalculable. No se ha despedido con una disculpa, con un atisbo de súplica de perdón. Lo ha hecho como son estos personajes de la izquierda fáctica, dando clases de moralina. Iglesias dice que hace un año que esto ya se sabía. Entonces, por qué el que invitaba a la denuncia ahora se ha callado. Solo faltaba decir que la culpa es de la derecha y que es menester un cordón sanitario para protegernos de la escoria liberal. Parece que metía mano a toda mujer que se le acercaba. Ello se explica sabiendo a quien defienden y con quien se identifican. El narcodictador Maduro y los ayatolás iraníes. Estos mentecatos de la ultraizquierda española que se erigen en los padres y únicos valedores del feminismo idolatran a un país que humilla a las mujeres y las ningunea hasta el asesinato, si discrepan o reivindican su condición femenina. El daño a la línea de flotación de la izquierda está hecho. Feijóo solo tiene que esperar. La izquierda debe hacer una reflexión profunda, dejar de apropiarse de la autoridad moral y hacer el mejor cordón sanitario posible, liberarnos de falsos profetas y maniqueos que deslumbran a los huérfanos de esperanza con discursos de salvapatrias. A pesar de todo, la vida es bella.