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Del Congreso de la Haya (1948), en el que se fundó el Movimiento Europeo Internacional, surgió la iniciativa de crear el Consejo de Europa (CdE) como una organización internacional de cooperación que velara para que Europa fuera un espacio seguro, en paz y en el que imperasen los derechos humanos, el Estado de derecho y la democracia. El 5 de mayo de 1949, diez estados: Bélgica, Francia, Luxemburgo, Países Bajos, Reino Unido, Irlanda, Italia, Dinamarca Noruega y Suecia firmaron el Tratado de Londres que lo constituyó. Actualmente 46 estados europeos forman parte de esta organización intergubernamental.

España ingresó en 1977, dos años después de la muerte del dictador, habiéndose ya celebrado en nuestro país las primeras elecciones democráticas, pese a no contar con una constitución democrática en vigor, pero tras la firma de una declaración, por parte de los representantes de todos los grupos parlamentarios en el Congreso, dejando constancia de su firme decisión de garantizar constitucionalmente el respeto de los ideales consagrados en el estatuto del CdE.

Durante la transición y los años siguientes, principalmente hasta nuestra entrada en la UE (1986), el CdE fue la plataforma política y jurídica de referencia para los hombres y mujeres demócratas, en materias relacionadas con el Estado de derecho, la democracia y los derechos fundamentales.

En sus 75 años de existencia ha adoptado medidas pioneras en la defensa de los derechos sociales, de la libertad de expresión y de las personas vulnerables; para combatir el racismo, la discriminación, la violencia contra las mujeres y la delincuencia incluso en internet; o para defender nuestros valores ante nuevos desafíos como la inteligencia artificial.

En el CdE pueden darse debates que no tienen cabida en otras instituciones, así la presencia de Ucrania en la organización, a la que ingresó en 1995, le da voz ante el resto de países europeos. Fui testigo de ello en mi reciente visita al CdE con motivo de la conmemoración de su 75 aniversario.

Además, para garantizar que sus normas son aceptables para todos, la regla básica para la toma de decisiones es el consenso (si se fuerza una votación, se requiere una mayoría de dos tercios de los países). No existe el derecho de veto directo como sucede en el Consejo de Seguridad de las NNUU, ni de facto como en el Consejo de la UE consecuencia de la exigida unanimidad para determinados asuntos.

En un momento en que las amenazas a la democracia crecen y muchos derechos están en peligro, hagamos que el CdE sea de nuevo un referente. La construcción de una Europa unida solo puede ser fruto del diálogo y la cooperación entre países, y eso por su composición y funcionamiento es lo que encarna el Consejo de Europa.