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Son tantas las cosas que no entiendo que si me pusiera a enumerarlas no acabaría nunca. Además, hay que tener en cuenta que son muchísimo más numerosas que las cosas que sí comprendo. Puede que yo haya escrito cientos de artículos de los que se deduzca que entiendo un poco de algo. Pero es postureo, más bien. Porque en realidad no entiendo casi nada. Así que he pensado que estaría bien hablar de ellas porque: a) se podría deducir que soy una persona que, efectivamente, tiene importantes carencias y b) tal vez algún que otro lector se pueda sentir identificado conmigo y, de esta manera, arropado por todo un colectivo de ignorantes. No sé, no sé.

Las cosas que no comprendo son cosas muy comunes. Ni que decir tiene que de todo lo que se refiera a tecnología no entiendo nada. Analfabeta total. O doble analfabeta, porque ni lo entiendo ni pienso hacer el mínimo esfuerzo . A ver hasta cuándo podré obviarlo. Ojalá hubiera nacido treinta o cuarenta años antes… Sin embargo, las cosas que se podrían ver en mi lista no solo se corresponden con alguna rama del saber; también hacen referencia a modas, comportamientos y actitudes del todo chocantes para mí. Chocantes e incomprensibles. Por ejemplo, si hablo de impresoras 3D, en seguida se ve que me ha dejado más que turulata el hecho de poder ‘imprimir’ un pastel de queso con arándanos. Pero, claro, este sería un ejemplo muy fácil. Yo me refiero a cosas mundanas. ¿Es realmente importante saber con certeza dónde nació Cristóbal Colón? Parece que sí y que existen un sinfín de expertos dedicando su vida a ello. Ocho teorías -ni más ni menos- han venido a demostrar que era un judío sefardí. Ah, pues bueno. Enhorabuena. Yo me quedo igual. En fin. Continuará…